Ximena permaneció acostada durante un rato, y unos quince minutos después, Doña Alicia llamó a la puerta y entró con comida en las manos. Al ver a Ximena, una sonrisa se dibujó en el rostro de Doña Alicia.
—Señorita Pérez, por fin has regresado.
Ximena se incorporó ligeramente y sonrió con indiferencia.
—Doña Alicia, he vuelto para recoger algunas cosas.
Doña Alicia dejó la comida en la mesita de noche y suspiró suavemente.
—Sería tan bueno si no te fueras.
Ximena permaneció en silencio por un momento y luego preguntó:
—¿Manuela te está causando problemas?
Doña Alicia suspiró con pesar y no dijo nada. Removió la sopa de carne hasta que se enfrió un poco y luego se la entregó a Ximena.
—Veo que has adelgazado bastante. Deberías quedarte aquí por un tiempo y dejar que te cuidemos.
Ximena tomó la sopa de carne y guardó silencio por un momento antes de preguntar:
—Doña Alicia, dime la verdad, ¿Manuela te está haciendo la vida difícil?
—Es inevitable —suspiró Doña Alicia—. Pero a menudo