Manuela, después de hacer la llamada, salió del pasillo de incendios y se encontró con Ximena, quien estaba esperando el ascensor con documentos en la mano. Manuela se acercó y saludó con una sonrisa:
—Qué coincidencia, Señorita Pérez.
Ximena ignoró el saludo de Manuela. Manuela no le prestó atención y continuó:
—He oído que no te sientes muy bien últimamente. ¿Por qué no dejo que vaya en tu lugar a acompañar a Alejandro a beber mañana?
Ximena continuó ignorándola. Ante la falta de respuesta de Ximena, Manuela comenzó a perder la paciencia. Bajó las manos y le habló en voz baja:
—Ximena, ¿qué te crees? ¿Por qué estás tan arrogante?
Ximena se rio con desdén y la miró:
—¿Por qué te molestas tanto?
Manuela apretó los dientes y le susurró:
—Te lo dije, no serás feliz por mucho tiempo. Mañana estaré junto a Alejandro.
Ximena la miró sin entender:
—¿Por qué insistes en hacerte parecer como una acompañante?
Además, Alejandro no suele beber en las reuniones.
¿Qué relevancia tenía si Manu