Leo apartó la mirada y no dijo más. El ambiente dentro del automóvil estaba lleno de silencio y tensión, lo que hacía que Alejandro sintiera que algo no estaba del todo bien. Debido a sus compromisos laborales, rara vez pasaba tiempo con sus hijos, pero después de haber conocido a esos dos niños ayer, notó que Leo se comportaba de manera extraña. Hablaba poco, no sonreía y su voz sonaba apagada. Lo que antes atribuía a la similitud en la personalidad entre él y Leo, ahora se daba cuenta de que Manuela podría haber estado acosando a Leo hasta hacerlo retraerse.
La expresión de Leo se volvió aún más sombría, y Alejandro sintió que era necesario llevarlo a un psicólogo. Si su hijo tenía problemas psicológicos, no dejaría impune a Manuela, esa mujer con métodos crueles.
De repente, su teléfono sonó, interrumpiendo los pensamientos de Alejandro. Al contestar, la persona al otro lado comenzó a hablar de inmediato,
—¡Señor Méndez! Tenemos un problema, la red de la empresa ha sido hackeada.