Daniel, a su lado, tuvo un brillo momentáneo en sus ojos oscuros al escuchar la palabra "terminado".

Luego, se escuchó el rugido furioso de Juan desde fuera.

—¿Terminar? ¡Ja! En realidad, hace tiempo que me cansé de ti. Si no fuera porque te pegabas a mí como una lapa, ¡ni siquiera te habría mirado!

—Diana es dulce y bondadosa, no como tú, mezquina y maliciosa. ¡No le llegas ni a la suela de los zapatos!

—¡Una mujer tan aburrida y estúpida como tú... quiero ver quién te querrá cuando me dejes a mí, a Juan!

Cada palabra de Juan se clavaba como una espina en el corazón de Estrella. Se mordió el labio y apretó los puños.

Así que eso era lo que pensaba de ella, que era despreciable.

Juan nunca la había querido realmente.

—¡Maldito! —resonó una voz extremadamente fría cerca de su oído.

Daniel, con el rostro sombrío, intentó abrir la puerta, pero Estrella agarró su mano con desesperación.

—No, por favor —negó suavemente con la cabeza, sus ojos enrojecidos llenos de súplica.

Sabía que su aspe