EPÍLOGO
CORBIN.
DIEZ AÑOS DESPUÉS.
Si me hubieran dicho hace unos años que me convertiría en un hombre responsable, estable y padre de tres maravillosos hijos, me habría reído durante horas. Y si me hubieran mencionado que todas esas horas en el gimnasio para mantener un cuerpo en forma, con abdominales bien marcados, terminarían siendo la almohada de una pequeña y frágil personita, me habría reído durante días.
Ahora, la verdad es que estoy exactamente donde me encanta estar: viendo a mi pequeña Emma, de dos años, dormir con la cabeza apoyada en mi estómago. Ese se ha convertido en su lugar favorito para tomar una siesta cada tarde. Y yo, sin importar dónde estuviera, debía correr a casa para disfrutar de este momento maravilloso con ella. Era tan malditamente hermoso ver cómo alguien tan pequeña y delicada confía plenamente en mí para dormir, sabiendo que la protegeré. Esta era la diferencia entre ella y sus hermanos, Eric y Ethan; a ellos les gustaba dormir con Sienna, pero a Emma