Vuelta al trono

15 de abril de 2018

El trabajo en La Cueva no era cosa sencilla, no señor. Todos los días, desde las 5am hasta las 11pm el trabajo era arduo y scasi sin descansar; desde los establos hasta los jardines, los sótanos, las habitaciones y las bodegas, debía encargarse de todo eso solo. Pero no se quejaba, lo agradecía; sabía que su esfuerzo sería recompensado y además no le faltaba un techo y comida. Aunque todavía no había hablado con la jefa no perdía la esperanza de ganarse su favor, para eso quedó un largo camino sin embargo.

El día a día era difícil, siempre debía presenciar actos atroces; a los que estaba acostumbrado pero no dejaba de ser sorprendido por la ferocidad y letalidad de los peones de Trap Town. Desde los más jóvenes hasta los ancianos sois despiadados y determinados pero leales como ningún otro.

— Eidhan — Martín se acercó al nuevo peón, del vagabundo que llegó desesperado por asilo no queda más que el recuerdo; es su lugar se haya un hombre alto, moreno y fornido que no le teme al trabajo pesado. — Deja lo que estás haciendo y camina conmigo.— Comienza a caminar si esperar por él.

Eidhan lo siguió sin esperar una segunda orden. — Usted me dirá para qué soy bueno, señor.

— Estudió tu situación. — Comenzó Martín.— Cómo sabrás, Lianna no es una mujer benevolente, es más bien vastante interesada. Y, hasta ahora, nada de lo que ofrece es suficiente para que ella tome un riesgo similar.— Lo miró severamente.

—Pero señor... Me he ofrecido a ser su esclavo, ¿No es eso suficiente?

— Uno de tantos — Martín soltó una risilla.— La ciudad entera es su esclava, ¿Acaso no lo ves?— Puso una mano en su hombro; comprendía su desesperación pero, también debía celar por el bienestar de su Jefa. — Debes ser más astuto, no es que debas planear algún complot.— Le aclaró.— Pero debes dejar algo diferente, algo que la convenza.

— ¿Qué puedo ofrecer a una mujer que todo lo tiene?— Preguntó distraído.

— Eres un hombre inteligente, algo se te ocurrirá.— Fue lo último que le dijo antes de alejarse hacia la casa.

Eidhan se quedó pensativo; si la jefa no lendababsu favor estaría totalmente perdida. Ella era su única oportunidad de sacar su pellejo de aquel problema; su familia le había dado la espalda, sus amigos le habían traicionado, estaba totalmente por su cuenta para solucionar sus problemas. Ahora le perderá la confianza de aquella mujer, llegaría a ser su mano derecha de ser necesario, así hasta que ella estaría dispuesta a poder, tuviera que dar lo que tuviera que dar.

***

18 de abril de 2018

Lianna observaba las bisagras de su puerta cerrada; regresar quería a casa y dejar atrás este mes tan agotador. No podía, eso era obvio, aunque no podía negar que disfrutaba los lujos de esta vida. No puede evitar desear haber sido una persona diferente, con un destino y un futuro diferente; esta vida no la escogió ella sino sus ancestros, los mismos que decidieron que sin importar que fuera hombre o mujer debe de ascender con responsabilidad si era el elegido. Y es lo que ha hecho desde que subió a este trono de sangre, responde ante todas sus obligaciones, sin quejarse ni refutar pero siempre deseando escapar de esta rutina y sentir una adrenalina diferente.

— Mi señora, el vuelo a Z city ha sido programado.— Damián, su guardian en el este se acercó mirando su tablet. — Y apenas llegará a reunirse con el señor Andersons.

— De acuerdo. — Respondió simplemente, su día a día era solo eso, trabajos, trabajos sucios y situaciones hipócritas.

Camino hacia la casa con las manos dentro de sus bolsillos, le dieron ganas de reír, si su madre estuviera se escandalizaría por su falta de feminidad. No es tampoco que fuera una marimacho pero disfrutaba de ser una dama hecha y derecha, además este negocio no le dejaba actuar especialmente femenina a no swr que la situación lo ameritara. La madera crujía bajo sus pasos, una estructura bastante vieja pero resistente era su guarida en el este.

— Llama a Martín y dile que se ponga en contacto conmigo cuanto antes. — Habló sabiendo que Damián estaba detrás de ella, pobre de él si no fuera así.

— Sí, señora.

— Y que nadie me moleste.— Informó abriendo la puerta de su habitación.— Quiero disfrutar mis últimas horas de paz este día. — Entrar y cerrar la puerta si esperar respuesta.

Comenzó a desnudarse tirando la ropa por cualquier lugar, ya alguien más la recogería; se detuvo frente al espejo de cuerpo completo y admiró por un momento su figura. ¿Cuánto hacía que nadie la había acariciado? De eso hace un año, no tenía mucho tiempo para ello pero, después de todo era de carne y tenía necesidades. Otro costo por estar donde estaba y era algo con lo que tenía que vivir. No era una mujer poco agraciada y eso lo tenía claro; su cabello era de un rojo fuego opaco que nadie pensaba que fuera natural, largo hasta por debajo de su cintura; su figura era esbelta al igual que la de una bailarina, ágil y atractiva con cada curva en su lugar; el único contraste eran sus cicatrices, no tenía problema con ellas pero había una, la que cruzaba su abdomen, que odiaba mirar y evitó hacerlo antes de que los recuerdos llegaran a atormentarla. Quitó la vista del espejo y caminó hasta el baño; pudo a llenar la bañera y le echó aceites esenciales.

Cuando estuvo llena se metió en ella y un sonido de satisfacción se escapó de sus labios cuando el agua caliente tocó su piel tensa. Se recostó en la bañera y cerró los ojos mientras se lavaba; si tan solo pudiera tener un escape de su rutina, toda esta situacion seria mas sencilla.

El jet privado despegó a final de la tarde rumbo a Z city, la ciudad vecina de Trap Town, también su rival. Todo era cuestión de diplomacia, o al menos eso decía su abuela; las familias de ambas ciudades se odiaban desde hacía décadas pero sabían que ir a la guerra sería mucho peor, así que cada cierto tiempo deben tratarse con cordialidad y hospitalidad. Sus negocios siempre han sido buenos y de jugosas cantidades de dinero para ambos; por eso tampoco pueden ponerse en contra del otro. Solo sería una semana, luego podría tomarse uno que otro día en su hogar, seguramente ya la echarían de menos en su ciudad.

***

22 de abril de 2018

Esto es parte del trabajo.

Se repetía a si mismo una y otra vez mientras observaba aquel hombre ser tratado de esa manera tan brutal. No era nada a lo que no estaba acostumbrado pero la gente de los Dumont era realmente despiadada; hacía un par de días que Martín le había asignado la limpieza de las bodegas, eso observó hombres y mujeres ser torturados por crímenes menores y mayores; luego él debió perder todas las evidencias.

Todo sea por su favor.

Se dijo, aunque en el fondo ya estaba odiando a aquella mujer; era injusta, pretenciosa, despiadada y engreída y eso que todavía no la conocía directamente. Claro que no podía decir nada de esto en voz alta, o entonces sería parte de los caídos diarios que habían en esa mansión.

Aunque no todo era malo, y sus noches se habían vuelto entretenidas desde que conoció a Clara, una de las criadas y vaya mujer que era. Al principio un poco tímida pero una vez entro en confianza sacó sus garras y, el no se quejaba, lo disfrutaba. No sería algo duradero pero le bastaría para matar el tiempo mientras la señora Lianna decidióa que hacer con él.

— Ya puedes empezar a limpiar, sucio. — le indico uno de los verdugos saliendo de la bodega, el otro llevaba a cuestas a la víctima de hoy, un soplón. — Date prisa y no pierdas el tiempo mirando como un bobo.

— De acuerdo— Dijo antes de vaciar un frasco de desinfectante en el suelo.

En su vida había pensado en limpiar el desastre de alguien más; normalmente habría sido el que dejaría el desastre para que otro lo limpiara pero debía adaptarse a su situación, haber sido degradado de ser un líder a un simple peón. El olor era repugnante pero si llegaba a vomitar pensarían que no estaba hecho para el trabajo y sería el adiós de todo su esfuerzo. Estaba impresionado con todos los litros de agua que podría desperdiciar en aquella casa solo lavando estás bodegas, sabía que peor eran los sótanos pero ¡Diablos! Este lugar era el infierno de todos los que se atrevían a romper las reglas.

Cuando terminó se abstuvo de limpiarse el sudor de la cara, no se tocaría la cara si antes tuviera lavado bien toda esa suciedad; salió de la bodega y botó los implementos de limpieza antes de entrar a la casa por la puerta de atrás, caminó hasta si habitación en silencio para no despertar a nadie, lo que menos necesitaba era el grito de alguna dama sorprendida. Entro en su habitación y casi que se arrancó la ropa de camino al pequeño baño, se paró bajo la regadera y abrió el grifo de agua fría, necesitaba relajarse y solo así lo lograría; se frotó el cuerpo con rabia, no había pasado ni un mes y ya estaba harto de que esa mujer lo hiciera esperar. ¿Donde estaba supuesta benevolencia? Después de todo era una mujer, su corazón era blando por naturaleza. Al menos eso quería creer.

Iba saliendo de la ducha cuando escuchó un estruendo en el piso superior; todas sus alarmas se activaron, a estas horas todos culminaron sus actividades no deberían haber más que silencio. Se vistió lo más rápido posible y salió de la habitación con un paso sigiloso, grabando sus días de entrenamiento; iba descalzo subiendo las escaleras, cogió una vara que estaba en una esquina y se acercó a la sala. Todo estaba en penumbras pero no le pasó desapercibida la sombra alta que caminaba con sigilo hacia los pisos superiores, aún caminando sigilosamente se dirigió hacia la sombra y usó la vara para detener su camino.

— ¿Quién eres?— Preguntó con una voz que hacía mucho tiempo que no escuchaba en sí mismo. La sombra, que resultó ser un hombre de baja estatura, se tensó ante su voz.

El hombre sin dudarlo le lanzó un golpe que Eidhan esquivó con éxito; agarró sus brazos y los torció hacía atrás haciendo presión con la vara. — Pregunté...¿Quién eres?— hizo más presión en sus brazos y el hombre desconocido se quejó.

— Eso no es tu asunto, peón.— Escupió el hombre con ira.— Y si valoras tu vida será mejor que nos lleves hacia el estudio de la jefa.

Eidhan soltó una risita.— Creo que no ha caído en cuenta de la situación que tenemos aquí.— Dijo confiado, tarde cayó en cuenta... Nos...Eran más.

El seguro de un arma ser quitado se escuchó justo detrás de él; giró un poco la cabeza al costado y vio a un hombre de su misma estatura y bastante fornido apuntarle con un arma. — Creo que ya puedes soltar a mi compañero. — Dijo una voz gruesa. Notó que ambos llevaban pasamontañas. Intrusos.

Debía pensar muy bien cuál sería su próximo movimiento; si gritaba seguramente le dispararían y saldrían corriendo; y para luchar contra ellos primero debe desarmar al segundo hombre. Se calmó y relajó su respiración, ya había pasado por situaciones parecidas y todo era cuestión de calma. Sin delatar su movimiento lanzó la cabeza hacia atrás dando de lleno en la nariz de hombre armado y sin demora golpeó con su pie la espalda del que tenía agarrado, causándole un gran dolor que le hizo gritar, Eidhan esperó que eso fuera suficiente para alertar a todos. Se fue a por él mas fornido y le quitó el arma de la mano, le atestó un golpe tras otro de lleno en la cara esperando dejarlo noqueado. El hombre trajo de defenderse pero Eidhan tenía más experiencia que muchos en estos temas; cuando el hombre dejó de moverse se detuvo y se le quitó de encima, una luz roja comenzo a parpadear por toda la casa... Demonios. Alguien había llegado a la caja fuerte.

Cogió aire en sus pulmones y con fuerza exclamó.— ¡Intrusos! — Gritó con fuerza.—¡intrusos!

Los pasos apresurados no se hicieron esperar; en menos de dos minutos varios hombres grandes y armados traían esposados ​​a dos más, supuso que serían los cómplices de los dos que había abatido. La casa entera entro en caos buscando si quedara algun otro escondido, el no perdio mas tiempo y ayudo a los guardias a sacar a los hombres; no era la primera vez que se presentaba está situación pero, tantos días seguidos era alarmante, a la jefa no le gustaría nada esto. Vió a Martín entrar a paso apresurado con cuatro hombres más y subir rápidamente sin mirarlo hacia el segundo piso.

Cuando la situación se hubo calmado Eidhan se recostó en una pared y suspiró; encendió un cigarrillo y espero a que comenzaran a relajarse sus músculos, por fin había tenido algo de acción aunque agradecería si ocurriera cuando no estuviera molido hasta los huesos. Sonó su cuello una par de veces, la adrenalina en su cuerpo le rogaba por más pero debía controlarse si no quería causar otro alboroto sin necesidad.

— ¡Hey, sucio!— Uno de los guardias se acercó a él y puso una mano en su hombro.— Gran trabajo el que hiciste; mira que enfrentarse a dos hombres sin tener la experiencia...

Eidhan sonrió simplemente; si supieran la experiencia que tenía en estas cosas no les sorprendería tanto su reacción. Pensó que ya estaba fuera de práctica pero, todo lo contrario, supo manejar muy bien la situación.

— Soy un peón, ¿No? — Le dijo al guardia.— Todo sea por proteger La Cueva.

El guardia sonrió y le dió dos palmadas en el hombro antes de ir a la salida con sus secuaces. Eidhan comenzó a bajar las escaleras hacia las habitaciones, supuso que ya no tenía nada más que hacer allí si ya había llegado el equipo de seguridad. Cuando entró a su habitación cerró la puerta con pestillo, no se le antojaba la visita nocturna de Clara ya que estaba muy cansado. Se tiró en la cama y cerró los ojos; estaba a punto de quedarse dormido cuando unos fuertes golpes se escuchaban en su puerta.

— Sucio.— llamó Than, uno de sus compañeros de trabajo, lo supo por su acento.

Camino a la puerta y la abrió.— ¿Si?

— Martín quiere que vaya mañana a primera hora a su despacho. Tiene algo importante que decirte.

Su pecho se agitó de emoción. —¿No te dijo sobre qué?

— No lo sé, hombre.— le respondió y se fue hasta su habitación.

Volvió a cerrar la puerta y volvió a la cama, está vez con emoción por el mañana; Martín no lo llamaría a su despacho para hablar de vanidades, algo importante tendría para decir. Cerró sus ojos y se entregó a los brazos de Morfeo, por fin el mañana le pintó mejor.

***

23 de abril de 2018

El teléfono se estrelló contra la pared y alarmó a la criada que iba pasando justo en ese momento; no le importaba estar en una casa que no era la suya pero no podía contener la rabia. Otra vez, otra jodida vez habían entrado intrusos a su casa; no era que sus empleados sucedieran unos incompetentes pero odiaba que últimamente estuvieran tan expuestos a los peligros, además que ella también. Mordió su labio pensando; para que haya tantos ataques cuando no esté debe de tener a alguien adentro, cerró los ojos con fuerza... Otro traidor. Se frotó las sienes con frustración; este negocio era así, lo sabía pero la sacaba de quicio que cada tanto estuvieran clavando puñales en su espalda.

— ¿Qué es este alboroto?— Jasper Andersons entra en su habitación sin tocar. Era un hombre atractivo, no se podía negar pero, su personalidad opaca todo eso. — ¿Tus padres no te enseñaron cómo debes comportarte en las casas ajenas?

— Perdóname.— Le respondió intentando calmarse. — Tengo una situación que debo ir a atender en Trap Town ya mismo.— Comenzó a empacar lo poco que había desempacado.

- ¿Te vas? Pero si apenas llegaste anoche.— había cierto tono afligido en su voz que desconcertó a Lianna.

— Lo siento, sé que este negocio es importante.— se colgó el bolso en el hombro y agarró su maleta.— Pero esta situación debe ser puesta en orden cuanto antes. — paso por su lado y salió de la habitación haciendo una seña a sus guardias para que la sigan.

— ¿Señora?— Damián se acercó a ella, celular en mano.

— Necesito que el Jet esté listo; salimos a Trap Town ¡Ya! — posiblemente sin detener su camino.

— Si, mi señora.— le respondió él y sin alejarse marcó el número del piloto, al instante comenzó a dar órdenes para la tripulación.

— ¡Lianna!— Jasper la hizo detener su paso.

Se volteó hacia él y lo miró sobre su hombro —¿Si?

— ¿Cuándo volveré a verte? — su pregunta la sacó de lugar; él nunca tuvo esa clase de comportamientos.

— Siempre serás bienvenido en Trap Town. — continuó con su camino a la salida de la casa. Se subió a una de las camionetas blindadas, estas arrancaron apenas cerró la puerta; no habia tiempo para perder.

El piloto ya tenía el jet listo cuando llegó a la pista. Salió escoltada y subió las escaleras del jet; una vez sentada en uno de esos lujosos asientos pudo relajarse solo un poco, ya pronto estaría poniendo orden en su hogar. Algunas ratas deben recordar a qué lugar pertenecían. El jet despegó y ella cerró los ojos, odiaba el proceso en el que el jet dejaba el suelo, tenían miedo que no podía superarse y este era uno de ellos. Una de las asistentes le pasó una copa con champaña cuando ya estaban en el aire la cuál fue; Damián le pasó su tablet y comenzó a firmar algunos documentos para enviarlos por correo, no pudo desatender todos sus negocios, eso sería inaceptable.

Varias horas después, buena entrada la noche, por fin aterrizaban en la pista de sus dominios. En la pista ya la estaban esperando sus guardias y Martín, hacia quién caminó con ánimo y abrazó con mucha fuerza.

— No sabes la falta que me hiciste.— Le dijo en un susurro.

— También me hizo falta, mi pequeña. — Respondió el con cariño.

Cuando grabó que no estaban solos, se apartó y enderezó su postura aunque sus ojos no dejaron de mostrarle lo mucho que le apreciaba si se volvió un poco más hostil.

— ¿Cuál es la situación? — le preguntó mientras ambos caminaban hacia los autos.

— Los intrusos ya los están trabajando en las bodegas; no hubo ningún herido y ya está todo bajo control.— le adecuadamente Martín.— Claro que usted ya lo sabría de no haber estrellado el teléfono en la pared. — había un deje de burla en su voz.

— De mi temperamento hablaremos después.— De subieron al auto más discreto; ella al volante y Martín en el copiloto. — Ahora hay que poner orden.

— Si, mi señora.— Le entregó las llaves del auto. — Ya es hora de que vuelva a su trono.

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