Capítulo 7
Después de aquella tormenta, la escuela estaba a punto de cerrar por las vacaciones de verano. Augusto hacía tiempo que no aparecía ante mí, y Javier tampoco había vuelto a mi restaurante. Pensé que su actuación finalmente había llegado a su fin y que la vida de Teresa y la mía podría volver a la calma.

Pero ese día, al regresar a casa con una bolsa de camarones, no encontré a Teresa. Me forcé a mantener la calma y saqué mi teléfono para llamar a la maestra de Teresa y a la librería que ella solía visitar. Pero ambos dijeron que no habían visto a Teresa.

Mi corazón se aceleró, y salí corriendo para denunciar su desaparición. En el pasillo, me encontré con una vecina que llevaba una cesta de verduras. Al verme sudar de nervios, me preguntó qué pasaba. Al enterarse de que Teresa había desaparecido, la señora se preocupó más que yo.

—Yolanda, no quiero alarmarte, pero ¿no será que el rico que te persigue se ha llevado a Teresa?

Me quedé atónita. —¿Qué?

—Ese que a menudo va a tu restaurant
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