— Vamos, ¡Ya levántate!
Todo está adormilado y un cosquilleo recorre mis labios y mis dedos.
— No puedes perder tiempo, por favor. ¡Abre los ojos!
El viento hace helar mi piel y me siento titiritear.
— ¡Isabel!
Despierto de un solo golpe con el corazón acelerado y me percato que sigo cabalgando y el cemental esta trotando a toda velocidad.
— ¿Pero qué...? — Observo mis manos y tallo mis ojos, al enfocarse mi vista, se dirige al frente y realizo la existencia de un abismo que cada vez está más cerca de mí.
— ¡Alto! — Grito tomando las riendas del caballo jalándolas hacia a mí y este relincha en respuesta. — ¡Ya detente! ¡Soo! — Las patas del caballo chocan contra las piedras y se trae consigo arena la cual cae esparcida hacia la caída en picada.
Milagrosamente me encuentro sana y salva. El caballo está sumamente agitado y asustado, éste se devuelve unos cuantos pasos y su cabeza comienza a moverse hacia todos lados.
— Tranquilo muchacho, calma, respira... — Comienzo a decir al mismo qu