Si al menos, al menos, me hubiera lastimado un poco menos, lo habría perdonado y habría regresado con él sin pensarlo.
Lo quería tanto, soñaba con morir a su lado.
Pero él me daba una herida tras otra, cada vez más profunda.
Me hacía quererlo, pero no importaba lo que hiciera, ese dolor no se iba.
David me vio salir y me sonrió.
—Te puedo llevar al aeropuerto si quieres.
Salí de mis pensamientos y le contesté:
—No es necesario, ¿no habíamos quedado en que mientras no hubieras resuelto todo lo de Vincenzo, no íbamos a vernos?
—Sí, trato de no aparecerme, pero lo de hoy es distinto — dijo David.
Como no quería seguir viéndolo, ni sintiendo todo lo que me revolvía por dentro, lo miré con molestia y le solté:
—No necesito que vengas desde Blancheva solo para llevarme al aeropuerto.
—No es solo eso. Hoy es el primer día con nieve, y como dijimos, cada año, en este día, teníamos que vernos. — respondió él.
Me quedé pasmada unos segundos y luego recordé esa promesa que hicimos.
Cuando éramos