Vincenzo no era tan decidido ni tan bueno en los negocios como David.
Aun así, por más que admirara a David, la autoridad de la familia Costa no se podía cuestionar.
—Vincenzo, si no haces lo que te estoy diciendo ni para salvar la empresa, ¡no me culpes por lo que voy a tener que hacer!
Luigi no quería perder tiempo con una mujer tan joven, no valía la pena, alguien tan insignificante no merecía su atención.
Pero si su hijo seguía terco, creyendo que una mujer estaba por encima de la familia Costa, no iba a dudar en quitar ese problema del camino.
—Si le haces algo a mi esposa, no me culpes si me llevo todo. ¡Yo no soy Vincenzo! ¡Cuando eso pase, las acciones se van a venir abajo y la situación en la familia Costa va a cambiar!
—La familia de mi tío siempre está esperando el momento. ¿No crees que van a aprovechar para quedarse con todo?
Luigi sabía que David era atrevido, pero no imaginaba que fuera tan directo como para desobedecerlo y además amenazarlo.
Furioso, golpeó la mesa con