Pero no se esperaba algo así.
Su esposa, Fiorella, era tan cruel que, con tal de hacerle daño a alguien, hasta fue capaz de usar a su propio hijo.
Apenas hizo salir a Rita, la muchacha que siempre la seguía como sombra, David se acercó y dejó el informe médico justo frente a ella.
Como ambos sabían perfectamente con quién trataban, no se molestó en dar vueltas. Solo dijo:
— Tienes que quitar la denuncia.
Fiorella bajó el tazón que tenía, se limpió la boca con calma y preguntó:
— ¿Y por qué?
David, al ver que no se quebraba ni un poquito, respondió:
— Porque tú misma sabías que el bebé venía mal, no lo querías tener, y lo usaste para armar esta escena y meter en problemas a mi esposa. Ella no te empujó.
— Además, tú sabes muy bien que yo no soy tu esposo. Soy el de ella.
Fiorella lo miró fijamente.
Y justo cuando David empezó a incomodarse por cómo lo miraba, a ella se le empezaron a salir las lágrimas.
Se veía tan triste, tan destrozada, que hasta David, que llegó ahí con toda la deter