Cuando desperté al día siguiente, solo supe por los mensajes divinos lo que le había hecho a Mason la noche anterior.
Alguien en los mensajes exageró toda la escena de la noche anterior, lo que me puso la cara roja de vergüenza.
Justo cuando pensé que Mason ya se había ido…
Salí de mi habitación y lo encontré sentado a la mesa del comedor. Al verme, me dedicó una dulce sonrisa.
—Buenos días.
Pensando en los mensajes divinos, la culpa me invadió.
Tartamudeé: —B-buenos días.
Me senté frente a Mason y tomé un sorbo de café.
—No esperaba que fueras tan proactiva anoche.
Inmediatamente, el café que tenía en la boca salió disparado hacia la cara de Mason. Di un gran brinco, tomando servilletas para limpiarle la camisa.
—¡Lo siento, lo siento! ¡Me acabo de atragantar!
En cuanto mi mano tocó su ropa, me agarró la muñeca. Me miró con una seriedad inquebrantable.
—Si de verdad lo sientes... piensa en cómo vas a responsabilizarte de mí.
Me quedé paralizada, y él continuó: —Sé que