Después de que hubiera tenido la mejor noche y el sueño más tranquilo en diez meses, el aroma de su piel hizo que abriera los ojos y constatase que todo era real.
Cuando bajamos juntos a desayunar y luego a la playa, tuve que armarme de valor para confesarle a Ana todo lo que había vivido cuando apenas era un jovenzuelo.
Respiré profundo para narrarle toda la historia. Ella solo me observó curiosa y expectante porque iniciara.
—Todo comenzó cuando estaba en el último año de la preparatoria. En esa época, ya le había comunicado a mi padre que no estudiaría finanzas como él me lo había impuesto, sino que iría a los Estados Unidos a estudiar arquitectura. Al principio, pensó que era un capricho que se me pasaría a medida que trascurrieran los meses, pero cada día, me veía más decidido que el anterior. Contaba con el