CAPITULO 118

Asentí y salí disparado en su búsqueda, tomando la chaqueta que había dejado a cuidado en recepción. Esa sería tal vez la única oportunidad de poder hablarle sin que seamos interrumpidos o que ella saliera huyendo.

La noche estaba en todo su apogeo. Ana se hallaba sola, admirando las aguas que hacían de espejo a las estrellas del cielo. Parecía haber viajado a otro tiempo, con la mirada perdida en el horizonte. Suspiraba y se frotaba los brazos, como si se estuviera resignando a algo, como si estuviera tratando de autoconvencerse de que, lo que estaba haciendo era lo correcto. La conocía y sabía que estaba despidiéndose de nuestros recuerdos, de nuestra vida juntos.

Su rostro brillaba de tristeza y agonía, como si la vida que estaba eligiendo se antepusiera a los deseos y pensamientos de su corazón y su alma. 

Verla de aquella manera, con el vestido y el pelo o

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