Tinieblas Celestiales
Tinieblas Celestiales
Por: Virginia Peraza
Prologo

La noche envolvía el reino de Celestria en su manto oscuro y estrellado. Seraphina una niña de cabello oscuro y ojos transparentes como el agua, se encontraba en su habitación, mirando por la ventana la luna que brillaba con un fulgor plateado en el cielo y las estrellas que centelleaban como diamantes en la negrura del universo infinito.

La pequeña Seraphina había sentido algo especial en ella desde que tenía memoria. Un poder oscuro y misterioso, como sombras danzantes en su mente, la había acompañado desde su nacimiento. Las noches eran su refugio, cuando el “Sueño Oscuro” cobraba vida dentro de su pecho y salía de sus manos desesperada e incontrolablemente.

En medio de esa densa noche, su madre, entró en la habitación, su vestido de seda y encaje resplandeciendo incluso en la penumbra. El semblante de la mujer se volvió pálido en cuanto observó el cuadro que estaba frente a ella. Una atrocidad similar a los habernos del mismísimo infierno.

Seraphina se dio la vuelta nada más escucharla llegar, dejando ver un rostro pálido y completamente lleno de lágrimas. Esto no era para menos, pues se encontraba en medio de un charco de sangre y con cadáveres a su alrededor.

—Seraphina, cariño, ¿qué haces despierta a estas horas? —preguntó su madre tratando de sonar lo más calmada posible.

La niña corrió hacía los brazos de su progenitora, sus ojos brillando con una luz que no parecía de este mundo.

—Mami, yo no quise hacerlo. —aseguró ocultando la cara en el cuello de la mujer. —Solo me enoje un poco y terminaron de esa forma…—lloró la niña.

La madre de Seraphina observó con asombro como las sombras de la habitación se retorcían en respuesta al llanto de su hija. Las tinieblas se reunieron en torno a Seraphina, formando un resplandor negro y enigmático a su alrededor.

—Eres una niña muy especial, mi estrella oscura. —dijo con voz temblorosa. —Posees el don del “Sueño Oscuro”. —afirmo forzando una risa.

Seraphina la imitó y sonrió, a pesar del pánico que tenía, se alegraba al sentirse querida y comprendida por su madre. Ella resolvería todo siempre.

—¿Puedo mostrarle lo que hago a papá y a los demás? —preguntó con entusiasmo, aunque su voz prácticamente era un susurro tembloroso de palabras entremezcladas.

La mujer vacilo por un momento, sus ojos reflejaban una profunda tristeza, pero también eran cautelosos.

 —No, cariño. —respondió con toda la suavidad que pudo. —Lo que posees es un don único y sagrado, otorgado por el cielo y las estrellas. Debes guardarlo en secreto ante todos. La mayoría no comprendería su poder. “Sueño Oscuro” es un regalo, pero también puede convertirse en una maldición eterna. —pronunció lentamente, asegurándose que la entendiera.

Seraphina asintió con pesar, comprendiendo la carga que su madre le imponía sobre los hombros.

—Lo guardare en secreto, mamá. —prometió seriamente.

Su madre le acarició tiernamente el rostro.

—Eres la princesa Celestria y tienes un destino especial que cumplir. Nunca lo olvides, Seraphina. —exigió besando sus pálidas mejillas.

La niña asintió nuevamente y juntas miraron las estrellas durante un rato más, compartiendo un vínculo único y eterno con el oscuro misterio en su interior. Esa noche durmió en la habitación de sus padres y al día siguiente le asignaron una nueva alcoba, algo alejada del resto de quienes vivían allí.

Y así, en la inquietud de las noches venideras, Seraphina juró guardar el secreto de su habilidad en lo más profundo de su ser, un tesoro que la acompañaría a través de los reinos de Eldoriam.

Ojalá su futuro hubiese sido tan sencillo como lo veía en ese entonces. Pensándolo bien, aquel poder la maldijo desde ese momento. probablemente los dioses la odiaban y a los suyos al obsequiárselo.

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