Seguro que recordáis todos los sitios maravillosos a los que fui con Borja, ¿verdad? Pues estuve en ellos, en todos ellos, de nuevo, junto a mis amigos, haciendo que mi corazón doliese al recordar cada uno de esos momentos, tres años atrás, junto a él.
Paseábamos por el borde del Sena, mientras Marta y Alfonso se hacían fotos sin parar, maravillados con absolutamente todo, se habían vuelto unos ñoños. Pero mi mente estaba lejos, pensando en la última vez que estuve allí, con él confesándome lo preocupado que había estado por mí, asegurándome que si le dejaba sería su fin. Miré hacia ese punto, y de nuevo sentí que era un mero espectador.
Mi sonrisa apareció tan pronto como me di cuenta de que tenía un mensaje de él, sin leer, ignorando por completo los de Pablo. Lo abrí, desconectando de aquella conversación.
Borja:
“Buenos días, no he podido hablar antes, hoy tengo un día duro. ¿Y tú? ¿qué haces?”
Yo:
“Estoy en París con unos amigos, pero se han puesto a pelear en frente del río Sena, sobre el lugar al que iremos ahora”
Borja:
“París es una ciudad preciosa, si quieres puedo recomendarte algunos lugares para visitar, la conozco bien”
Yo:
“Yo también estuve aquí hace unos años” – no me parecía oportuno decirle el número de años exacto, me sentía cómoda hablando con él sin que él supiese quién era yo, y pensase que yo tampoco sabía quién era él – “adoro la ciudad”
Borja:
“¿Dónde quieren ir ahora?
Yo:
“Unos quieren ir a ver la catedral de Notre Dam, otros prefieren las Catacumbas”
Borja:
“La catedral es más bonita, los túneles de las catacumbas son muy estrechos, apenas llega aire, y es un poco asfixiante con tanta gente. Además, recomiendo, que si aún después de todo, queréis ir, mejor es ir a primera hora de la mañana, porque eso se llena que da gusto. ¿has estado ya allí?”
Yo:
“Entonces creo que iremos a la catedral, porque me dan pánico los lugares cerrados desde que me quedé encerrada en un ascensor” – dije, apenas sin pensar, dándome cuenta de que él había estado conmigo encerrado allí, y quizás podría… podría… darse cuenta de que era yo – “No conozco toda la ciudad” “¿hace cuánto que estuviste aquí?” – pregunté, intentando sacarle algo más de información.
Borja:
“Hace como un año que estuve allí, pero ya estuve antes, he visitado esa ciudad cientos de veces.
Oye tengo que dejarte, me reclaman, hablamos luego”
Volví la vista hacia mis amigos, que seguían en las mismas, y hablé, cansada de aquella situación.
Marta se detuvo y me escudriñó con la mirada. Debió de ver algo realmente raro en mí, porque su boca se abrió ligeramente, como si no pudiese dar crédito a lo que acababa de descubrir.
Nos compramos unos bocadillos en un puesto ambulante, hambrientos como estábamos, justo después de ver la catedral por dentro, diez pavos nos gastamos en dos bocadillos. ¡Por Dios! Aquella ciudad era mi ruina, ahora entendía por qué Borja quería pagarlo todo.
Era agradable estar allí, pero Salva nos obligó a todos, tan pronto como terminamos de comer los bocadillos a ponernos en pie y seguir, porque quería ir a visitar el Panteón. ¡Por Dios! Se ponía realmente pesado a veces.
Y ya que pasamos por allí también vimos el barrio de Montmartre, haciendo que recordase la primera vez que estuve allí.
Sonreí como una tonta, mientras recorría sus calles, observando como mis amigos se detenían frente a un tipo que pintaba cuadros y charlaban con él un rato. Aproveché para mirar el móvil, tenía tres mensajes de Borja sin leer.
Borja:
“¿Cómo va ese turismo?
Veo que os lo estáis pasando realmente bien, porque hace bastante que no te conectas.
¿Lara? ¿Sigues ahí? Oye, siento si he sido un poco brusco a la hora de recomendar lugares para visitar”
Yo:
“Sigo aquí, fuimos a ver la Catedral, el Panteón y ahora estamos en el barrio de Montmartre” – reconocí, pensé que él tardaría en contestar, pero para mi sorpresa, sólo tardó un par de segundos, parecía estar esperando a que contestase.
Borja:
“Los retratos que te hacen los tipos que están en la calle son realmente dignos de comprar, no se parece ni por asomo a los que hacen en España”
Yo:
“Lo sé, ya me hicieron uno cuando estuve aquí”
Borja:
“¿Lo estás pasando bien?”
Yo:
“Muy bien. ¿y tú? ¿cómo lo pasaste la última vez que estuviste aquí?” – pregunté, a sabiendas de que esa pregunta era un error, era más que obvio que él iba a molestarse, era más que obvio que me mandaría a la m****a por meterme tanto en su vida, pero él no lo hizo.
Borja:
“La verdad es que no lo pasé tan bien como esperaba”
Yo:
“¿Por qué?” – pregunté, pero ni siquiera pude leer su respuesta, pues Salva tiró de mí, obligándome a guardar el móvil en mi bolso, para luego dejarme llevar por él hacia una bonita tienda de estilo bohemio, vendían de todo, bolsos, puf, vestidos, manteles, monederos y lámparas. Era un sitio muy chulo.