¡Qué celebración de nochebuena tan…Espectacular!
Pensó Delilah cuando vio aparecer a aquella mujer en su casa, vestida como si fuera a la gala de los Óscar, con su hija al lado pareciendo una mini copia de ella y con una sonrisa de suficiencia en el rostro.
Las primas de Maximiliano aplaudían como dos primates a los que se les mostraba un plátano, los padres de esas dos cucarachas miraban a sus hijas con gesto de sorpresa y a su esposo con una disculpa escrita en sus facciones.
Su marido abría y cerraba la mano como si no se decidiera a golpear a todo lo que tenía alrededor o controlarse.
Para colmo, como la puerta continuaba abierta a la espera de que alguien decidiera echar a Valeria a patadas, no hizo falta que nadie abriera cuando se presentó Marco con esa expresión de que el rey de la fiesta había llegado.
Traía dos botellas de vino y cuando vio a Valeria y se fijó en el silencio generalizado, se acercó a Maximiliano y se las colocó en los brazos.
—Tú las vas a necesitas más que