—¿Seguro que quieres dormir? —le preguntó Maximiliano cuando la vio abrir los ojos y mirarlo como si tuviera frente a ella a una alucinación.
—¿Qué… Qué haces aquí? —balbuceó y parpadeó confusa.
Delilah intentó apartarse al darse cuenta de que ella se había unido a su cuerpo y lo tenía abrazado.
—Quise evitar que te sintieras culpable por dejarme con dolor de cuello por dormir en el sofá —intentó bromear, pero ella volvió a moverse para apartarse, aunque él no se lo permitió.
La abrazó con más fuerza y fue entonces en que Delilah notó que estaba sin ropa.
—¡Estás desnudo! Sal de aquí. —Maximiliano no estaba dispuesto a marcharse y se lo hizo saber sin palabras al apresar sus nalgas con las manos y empujarla hacia su cuerpo.
En la habitación había poca luz y una sensación de anticipación flotaba en el aire. Maximiliano sintió el corazón acelerado al mirarla con fijeza a los ojos.
Delilah entreabrió los labios, no se quejó, no volvió a echarlo, se había quedado tan afectada como él.
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