Su madre salió de la oficina y no le sorprendió ver que Marco abría la puerta después.
Se estaba riendo y apenas lo miró se puso serio.
—Vine por mi coche —dijo y le lanzó las llaves encima del escritorio—. Te traje el tuyo y también, ¿sabes qué más traje?
A Maximiliano la sonrisa de burla se le puso en la cara sin poder evitarlo.
Su amigo estaba molesto, pero más molesto estaba él porque intentara seducir a su esposa.
El habérsela robado delante de sus narices le daba un poco de satisfacción.
—¿Qué? No me digas, ¿trajiste tu cara de perdedor? Es mi esposa, ¿pensabas que te iba a dejar acercarte a ella? —siseó y le lanzó las llaves de su coche—. Ya sabes dónde está aparcado, puedes llevártelo.
De nuevo la sonrisa apareció en el rostro de Marco y no le gustó ni un poco. Agarró su teléfono y sonrió mientras contestaba un mensaje.
—Quizá ayer jugaste sucio, pero no ganaste, amigo. Tu esposa me interesa y a ella no le interesas tú, quiere que volvamos a vernos así que vete acostumbrando p