—Nana —susurró su hermana en cuanto Marco se fue detrás de Andrea a la cocina, al parecer su empleada tenía un gran cariño por ese hombre—. Es uno de mis jefes, ¿y si me quedo y me reconoce como la que le echó la bebida encima a tu esposo? Mejor me voy.
Delilah no había pensado en eso, pero no quería quedarse a solas con ese hombre.
—No te marches —le pidió.
—Te haré caso, iré a recoger mis cosas a casa y vendré a vivir contigo. Ya no volveré a ese lugar porque un día me acabarán por reconocer como tu hermana y te meteré en problemas.
Aquella noticia la hizo muy feliz y le quitó el malestar que tenía desde la noche anterior.
—En cuanto me libere aquí iré a ayudarte. —La abrazó con rapidez y le dio un beso en la frente—. Te quiero, ahora corre y date prisa.
Aurora agarró su teléfono, su bolso y salió corriendo.
Salía por la puerta cuando Marco regresó con Andrea y se fijó en que su hermana escapó dando un portazo.
—¿Tenías compañía? —preguntó demasiado curioso.
—Era mi hermana, pero tu