Delilah olvidó su moño mal hecho, su pijama y sus pantuflas.
Primero le iba a preguntar a ese descarado quién era para presentarse en su casa y después le daría con la puerta en las narices.
—Se está equivocando de casa y deje de mirarme así. —Escuchó a su hermana que pregunta quién era y Delilah miró al hombre y dijo—: ¡Un borracho! Pero no es papá.
—¡Cómo que borracho! Solo estoy amanecido —bromeó él sin darle importancia a sus palabras—. Mi nombres es…
—El señor Marco, ¿qué alegría verlo? —se entrometió Andrea y Delilah miró de uno a otro—. Si busca al señor Maximiliano no se encuentra aquí.
—¿Al señor Maximiliano? —preguntó Delilah que continuaba sin entender quién era ese hombre y qué hacía en la puerta de su casa mirándola de esa forma tan descarada—. Ya la escuchaste, el pervertido Maximiliano no se encuentra en la casa y tampoco lo encontrará en otro momento porque no vive aquí.
Andrea la miró con cara de espanto y no le extrañó porque incluso ella estaba sorprendida del