Ya me había calmado un poco y dejé que papá me comentara su plan.
—Y si me hubiese negado, aun así, tendría que casarme con Francesco porque ya me ofreciste como esposa. Le ofreciste a tu única hija al Don. —Mi corazón estaba herido. Que jugara con mi vida y mi futuro de esa manera, jamás se lo perdonaría—. Nuestra relación no será la misma después de esto que hiciste.
—Tesoruccia —negué levemente.
—No, no soy más tu tesoro y después que esta mierda termine...que Francesco haya muerto, no te quiero más en mi vida.
—No le hagas eso a tu padre, cara... él te ama.
No podía aguantarla un segundo más.
—Usted cállese. Es una conversación de padre e hija. —Señalé, lo bastante enojada—. No tiene derecho de estar interrumpiendo y metiendo sus narices. Recuerde, usted no es nada para mí.
—Isabella, respeta a mi esposa... por favor.
Un pensamiento se cruzó en ese momento y esperaba que, por el bien de todos, no fuera así.
—¿Ella te dio esa idea? —Me miró confundido—. ¿De casarme con su sobrino?