Salió de allí con el alma en paz. Aquella no era su familia, lo habían despreciado desde que era un niño y su padre ni después de muerto tenía ni la más mínima gota de amabilidad para con él.
—¿Sabes qué? No quiero ir a casa —sentenció él mientras subían a la camioneta—. Soy miembro de un Club de G