Kainn respiró profundamente y tiró de la mano de Elisa para sentarla en su regazo.
—Está bien, te lo voy a contar todo, pero quiero... necesito algo de ti.
Elisa frunció el ceño pero ya imaginaba lo que el birmano iba a pedirle.
—No tienes que preocuparte, no le diré nada a nadie —murmuró.
—No e