Capítulo 82. Ecos de un grito silencioso
Carolina, sentada en la sala donde la habían dejado "para calmarse", se obligaba a respirar profundamente, a pesar del peso opresivo que sentía en el pecho. Las paredes blancas parecían cerrarse sobre ella, y cada minuto que pasaba intensificaba la angustia. Tenía que pensar, tenía que actuar. Genoveva estaba ganando, y si no hacía algo rápido, terminaría perdiendo todo lo que amaba.
La mente de Carolina trabajaba frenéticamente. Se levantó, caminó de un lado a otro, buscando cualquier cosa que pudiera darle ventaja.
Estaba desesperada al ver al mundo desmoronarse a su alrededor. “Debo ser más inteligente”, pensó, tratando de calmar su mente. Sabía que no podía dejar que Genoveva se saliera con la suya. Tenía que encontrar una manera de salir de allí y proteger a sus hijos.
Los enfermeros y el agente habían bajado la guardia, confiados en que su última demostración de furia confirmaba la supuesta inestabilidad mental que Genoveva había fabricado.
Aprovechando un momento de descuido,