Capítulo 5: Despertar de Demonios

Después del incidente devastador en la habitación, Juliet se encontraba en un estado de turbación y desilusión. La traición de Maximiliano había sido un golpe a su confianza y autoestima, y se preguntaba si realmente había hecho lo correcto al casarse tan rápido. Mientras tanto, Maximiliano se encontraba en una encrucijada entre sus deseos de venganza y los sentimientos que habían surgido hacia Juliet.

El silencio entre Juliet y Maximiliano era abrumador. Ambos se encontraban sumidos en sus propios pensamientos, tratando de procesar lo que acababa de suceder.

Juliet, con la mirada fija en la ventana, rompió el silencio con voz temblorosa.

— ¿Cómo pudiste hacerme esto, Max? ¿Cómo pudiste traicionarme de esta manera? — Susurro tratando de comprender.

— Lo siento, Juliet. No tengo excusas para mis acciones. Fui un idiota, y te lastimé más de lo que puedo expresar con palabras. — Maximiliano se sintió abrumado por la culpa y la vergüenza.

— No sé si puedo seguir adelante después de esto, Max. Me has destrozado por completo. — Juliet se volvió hacia él, con los ojos llenos de dolor.

— Por favor, Juliet, dame otra oportunidad. Haré todo lo posible para enmendar mis errores y demostrarte que puedo ser quien necesitas que sea. — Maximiliano se acercó a ella, con el corazón lleno de remordimiento.

— ¿Cómo puedo confiar en ti después de esto? ¿Cómo puedo estar segura de que no volverás a lastimarme? — Juliet lo miró con incredulidad.

— Te lo prometo, Juliet. Haré todo lo que esté a mi alcance para reconstruir tu confianza en mí. Te amo más de lo que puedo expresar, y haré todo lo posible para merecer tu amor. — Maximiliano tomó sus manos con ternura.

— Necesito tiempo, Max. Tiempo para sanar y tiempo para decidir si puedo perdonarte. — Juliet se apartó un poco, con lágrimas en los ojos.

— Te daré todo el tiempo que necesites, Juliet. Solo espero que algún día puedas perdonarme y que podamos encontrar la felicidad juntos. — Maximiliano retrocedió con tristeza y vergüenza.

La habitación quedó sumida en un silencio cargado de emociones mientras Juliet y Maximiliano se enfrentaban a la difícil tarea de reconstruir su relación destrozada.

A pesar de sus diferencias, pasaron la noche juntos, pero Juliet se mantuvo distante, incapaz de entregarse completamente después de la traición de Maximiliano. Mientras tanto, él luchaba con sus propios demonios internos, cuestionando sus acciones y deseos de venganza.

Aquella noche marcó un punto de inflexión en la relación de Juliet y Maximiliano, donde los demonios del pasado despertaron y amenazaron con destruirlos. Ahora, tenían que decidir si lucharían juntos contra esos demonios o si se rendirían ante el caos que amenazaba con consumirlos.

Al día siguiente, el sol se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, pintando la habitación con una luz tenue. Juliet despertó con una sensación de pesadez en el corazón, recordando los eventos de la noche anterior. A su lado, Maximiliano aún dormía, con una expresión tranquila en el rostro.

Juliet se quedó mirando fijamente el techo, perdida en sus pensamientos. Se preguntaba si podría perdonar a Maximiliano por su traición, si podrían reconstruir su relación sobre las ruinas de la confianza rota. Por otro lado, una parte de ella temía que volver a confiar en él solo llevara a más dolor y desilusión.

Maximiliano se despertó lentamente, notando la tensión en el aire. Se sentó en la cama, observando a Juliet con preocupación.

— Buenos días, Juliet. — Su voz era suave, cargada de una mezcla de esperanza y aprensión.

Juliet lo miró, sin saber qué decir. Se sentía abrumada por la incertidumbre y la confusión.

— Buenos días, Max. — Respondió finalmente, su voz apenas un susurro.

Maximiliano se acercó a ella con cautela, como si temiera asustarla.

— He estado pensando mucho esta noche, Juliet. Sé que he cometido un error imperdonable, pero estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para enmendarlo. — Sus ojos reflejaban sinceridad y arrepentimiento.

Juliet lo escuchaba en silencio, luchando con sus propias emociones. Por un lado, quería creer en las palabras de Maximiliano y darle una segunda oportunidad. Por otro lado, el dolor y la desconfianza aún pesaban sobre ella como una losa.

— No sé qué hacer, Max. — Admitió finalmente, con la voz entrecortada por la emoción. — No sé si puedo volver a confiar en ti después de lo que pasó.

Maximiliano asintió con tristeza, comprendiendo la gravedad de la situación.

— Lo entiendo, Juliet. No te culpo por sentirte así. Pero quiero que sepas que te amo más de lo que puedo expresar con palabras, y haré todo lo posible para merecer tu perdón. — Sus ojos brillaban con determinación.

Juliet lo miró, viendo la sinceridad en su mirada. A pesar del dolor y la desconfianza, una pequeña chispa de esperanza comenzó a arder en su interior.

— Necesito tiempo, Max. Tiempo para sanar y tiempo para decidir qué es lo mejor para mí. — Sus palabras eran firmes, pero había una nota de indecisión en su voz.

Maximiliano asintió, aceptando su decisión.

— Te daré todo el tiempo que necesites, Juliet. No quiero presionarte. — Su tono era comprensivo y paciente.

Juliet se sintió reconfortada por sus palabras, pero sabía que aún tenía un largo camino por delante. No podía ignorar el dolor y la traición que había experimentado, pero tampoco podía negar los sentimientos que aún albergaba por Maximiliano.

La mañana transcurrió en un silencio cargado de emociones mientras Juliet y Maximiliano reflexionaban sobre el futuro de su relación. A medida que pasaban las horas, la tensión en el aire se suavizaba gradualmente, reemplazada por una sensación de calma y resignación.

— ¿Te gusto la comida? Después del fracaso del desayuno decidí pedir el almuerzo. — Dijo Maximiliano con una media sonrisa.

— Esta muy buena, fue una buena elección; Yo lo siento, pero la cocina no es mi fuerte. — Juliet odiaba cocinar, por más que lo intento es algo que no le gusta hacer. — Debí decírtelo antes de casarnos. — Termino diciendo Juliet a lo que Maximiliano se quedó con el cubierto a medio camino.

— Eso carece de importancia, no eres ni la primera ni la última que no sabe cocinar. — Sabía que ahora cualquier cosa que dijera podría suponer complicar más su situación con ella.

— Como digas. — Aquellas escuetas palabras le hizo entender que su mujer seguía molesta.

— ¿Quieres hacer algo en lo que queda de día? — La respuesta descoloco a Maximiliano.

— Iré a ver a mi padre. — Con postura erguida Juliet solo estaba informando.

— ¿Por qué tienes que ir a ver a tu padre hoy? ¿No se supone que estamos en nuestra luna de miel? — Pregunto el hombre.

— ¿Ves algún indicio de luna de miel por acá? Porque yo no. — La voz resentida de la mujer, hizo que Maximiliano respirara profundo antes de contestar.

— Pensé que me estabas dando una oportunidad para arreglar las cosas, pero veo que no es así,  que correrás a tu padre cada vez que tengamos un problema. — Juliet se levantó de la mesa azotando la servilleta.

— Lo hará las veces que me dé la gana. — Dejándolo con la palabra en la boca, el corazón de Juliet latía apresuradamente, lo había provocado adrede porque quería ver como reaccionaba, caminando de un lado a otro esperando que la puerta se abriera de golpe, y entrará el Maximiliano agresivo de la noche anterior, pero a la vez rezando porque aquello no ocurriera.

Por su parte Maximiliano se quedó mirando por donde la mujer había desaparecido, el apetito se había extinguido y aparto el plato.

Después de haber recogido todo, fue y toco la puerta de la mujer.

— ¿Juliet, podemos hablar? — La mujer se timbro, pero no se apartó de la ventana, sintió como entraba en la habitación.

— Sé que no tiene auto, si quieres te llevo a la casa de tu padre y pasare por ti al final de la tarde. — Juliet se voltea y lo mira a los ojos.

— Gracias, iré en taxi. — Esta vez Maximiliano si no fue condescendiente.

— Deja de provocarme Juliet, así esto no va a funcionar, sé que cometí un gran error contigo anoche, te he pedido disculpa, también sé que me lo tengo merecido, pero no abuses de mi paciencia, o te llevo yo o no vas. — Juliet alzo la barbilla.

— Si me voy sola ¿Qué harás? ¿Vas a pegarme?  — La mujer lo retaba mirándolo a los ojos.

— Perfecto, has lo que quiera. — Con grandes pasos salió de la habitación azotando la puerta, tomo las llaves y se fue de la casa, sentía que se estaba ahogando.

Al final del día, Juliet tomó una decisión. A pesar de sus dudas y temores, decidió darle a Maximiliano una segunda oportunidad, se había comportado de una manera muy inmadura provocándolo y el prefirió irse para evitar un conflicto. Sabía que el camino por delante sería difícil y lleno de obstáculos, pero estaba dispuesta a luchar por su relación y por su propio bienestar.

Maximiliano regreso muy tarde aquella noche, sabía que podría encontrarse que ella se había ido con su padre y si eso paso no iría detrás de ella. Dejando las llaves se tiro en sofá.

— ¿Max? — Se timbro cuando escucho su voz, pero no abrió los ojos no tenía ganas de pelear. — Quiero disculparme por mi actitud grosera de esta tarde. — Susurro la mujer, Max abrió los ojos buscando su mirada.

— De acuerdo, no te preocupes no pasa nada. — Juliet volteo los ojos.

— Ya basta Max, de verdad te estoy pidiendo disculpa. — Dice Juliet sentándose a su lado.

— Y yo te estoy diciendo que está todo bien, ¿Qué esperas que te diga? — Maximiliano, ya no sabía cómo tratarla.

— Esta bien, yo estuve pensando esta tarde, ¿De verdad quieres seguir con este matrimonio? —Aquella pregunta si hizo reaccionar al hombre.

— Nos casamos ayer, por supuesto que quiero seguir, te amo, pero no sé cómo hacer para que me perdones. — Sus palabras se escuchaban sinceras.

 — Entonces vamos a iniciar desde cero. — Maximiliano se le quedo mirando.

— ¿De verdad? ¿Puedo volver a besarte? — Juliet sonríe y asiente, sin esperar más Maximiliano va por sus labios.

Maximiliano recibió la noticia con gratitud y alivio, prometiendo hacer todo lo posible para demostrarle a Juliet que era digno de su confianza y amor.

Así, Juliet y Maximiliano se embarcaron en un nuevo capítulo de su historia, enfrentando juntos los desafíos que el destino les deparaba. Aunque el futuro seguía siendo incierto, estaban determinados a luchar por su felicidad y por el amor que compartían.

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