CAPÍTULO 27

—Deberías estar en cama —declaró Humberto una vez que localizó a la madre de sus hijas en la cocina, preparando el desayuno, seguramente.

Y es que, un par de minutos atrás, Humberto Valtierra abrió los ojos y lo primero que vio fue la cama vacía de su amada, entonces, con sumo cuidado desocupó sus piernas, tomó a sus hijas y las llevó, una a una, a esa vacía cama para luego revisar cada rincón de la casa rezando por no encontrarse a su amada tirada en algún lado.

Al verla de pie, con una expresión serena, aunque cansada, el padre de las adoradas gemelas Emma y Edna respiró aliviado, entonces le habló y la joven rubia solo lo miró sin decir absolutamente nada y con la mirada más apagada del mundo, una que ese hombre jamás le había visto a ella; eso le preocupó un poco a Humberto, pero fue solo un poco, pues lo atribuyó al cansancio de muchas horas de fiebre.

» Pediré a alguien que traiga el desayuno, así que regresa a la cama, necesitas descansar —volvió a decir el azabache y la rubia
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