CAPÍTULO 22. La suerte está echada

—¿Sky…? ¡Nena, contéstame! —Eric encendió la pequeña lámpara del cuarto y le dio la vuelta a la muchacha para verla mejor. Luchaba por abrir los ojos pero sabía que estaba a punto de delirar.

Corrió hacia el baño y regresó con un botiquín pequeño del que sacó un termómetro. Pocos segundos después maldecía y lanzaba el termómetro sobre la cama, viendo cómo marcaba más de treinta y nueve grados.

La hizo tomarse un par de pastillas fuertes y sacó hielo de la nevera, poniéndolo sobre su frente y bajo sus brazos, intentando enfriarla un poco.

Aquella lluvia del día anterior le había pasado factura, indudablemente, pero lo peor no era eso. Eric se acercó a la ventana y miró afuera. La tormenta estaba en todo su apogeo, no había un solo camino por el que se pudiera circula

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