Me levante adolorida, como si hubiera recibido muchos golpes; me palpitaba la cabeza y los rayos del sol que entraban por mis cortinas solo hacían que mi mal humor empeorase, pero había algo peor que la resaca física y esa era la resaca moral; ese preciso momento cuando te sientes hecha un desastre, pero entonces los recuerdos comienzan a llegar a tu cabeza y eso se siente mucho peor.
Como había podido ser tan idiota, ¿cómo había podido besarlo? ¿Cómo había permitido que me besara? ¿Cómo había podido emborracharme de esa manera y romper la única regla que me había puesto a mí misma? Siempre había sido cuidadosa, mantenía las dos partes de mi vida separadas la una de la otra, siempre había sido más astuta que todos; tenía una reputación impecable y ahora todos mis esfuerzos se irían al diablo por un maldito error; podía perderlo todo si no jugaba bien mis cartas; maldito Aspen Cleventton, ¿Por qué había tenido que ir a la fiesta de Corvan? ¿Por qué tenía que bailar conmigo? ¿Por qué tenía que besarme?
Trate de ignorar las interrogantes que se formaban en mi cabeza y solo me levanté tratando de no despertar a Blaire que aun dormía a mi lado y me dirigí al cuarto de baño, realmente necesitaba una ducha y pensar cual sería mi siguiente paso. Abrí la llave y mientras esperaba que la bañera se llenara, me mire fijamente al espejo; lucia desastrosa, tenía el maquillaje corrido y el cabello hecho una maraña; hace mucho tiempo que no me dejaba ir de esa manera, que no pisaba el acelerador a fondo y cuando por fin lo hacía, ponía en riesgo todo por lo que había luchado.
Cuando la bañera estuvo llena coloque unas sales de baño perfumadas y me quite la ropa lentamente intentando ignorar las punzadas que acribillaban mis músculos; lentamente me adentre en la bañera y sentí como mi cuerpo se relajaban al contacto con el agua y decidí simplemente dejar de pensar por un momento, cerré mis ojos y me concentre en el olor a jazmín que emanaba del agua, me centre en el calor del agua contra mi piel, en como mi cabeza dejaba de palpitar con tanta fuerza; por un momento me permití liberarme de las presiones, del miedo, de la perfección y solo fui una simple humana que se equivoca; pero algo que aprendí hace mucho tiempo es que la paz solo dura unos segundos, en la realidad, no existen finales felices; en el mundo real todos usamos una careta, una máscara de protección que nos permite encajar, ser lo que necesitamos ser y quizá suene crudo, pero así es la vida, nadie quiere que seas quien quieres ser, solo quieren que seas quien debes ser.
Abrí los ojos y empecé a enjabonar mi cuerpo, comencé a lavar mi cabello, desenredándolo con mis dedos cuidadosamente y cuando ya me encontraba limpia salí de la bañera, me coloqué la bata de baño y salí del cuarto de baño; me senté frente a mi tocador, sequé mi rostro con una pequeña toalla y comencé a arreglarme; tenía que solucionar cuanto antes mi problema y solo había una forma, tenía que hablar con Aspen y tenía que ser cuanto antes.
Después de casi media hora estaba lista, tomé mi bolso y revisé que tuviera todo lo que necesitaba y me dispuse a buscar a Percy, mi chofer, para que me llevara a casa de los Cleventton. Después de lo que para mí fue una eternidad, me encontraba al fin frente a la residencia de los Cleventton; solo había venido un par de veces con mis padres; pero nunca me había relacionado demasiado con Aspen; él era como la oveja negra de su familia, un rebelde, fiestero que siempre terminaba envuelto en algún escándalo; estudiábamos juntos desde niños, pero ambos siempre nos habíamos mantenido alejados; para Aspen yo era la mojigata estudiosa y responsable que obedecía cualquier orden sin protestar y para mí, él era solo un idiota engrandecido que no se preocupaba por su futuro, que decepcionaba a sus padres y al que no le importaba nada en absoluto.
Me armé de valor y me acerqué a la puerta, toqué y esperé paciente a que me abrieran
Entre a la casa de los Cleventton y me senté en uno de los sillones del salón a esperar a Aspen; me sentía muy ansiosa, realmente no quería verlo, no después de lo que había pasado la noche anterior; pero tenía que encontrar la forma de que no abriera la boca y de que se olvidara de lo que había sucedido.
Abrí la puerta y salí hecha una furia, ¿Quién se creía que era ese idiota? De verdad creía que podía conmigo, que me tendría atada y amenazada; que inocente que era Aspen; él se estaba metiendo en un juego muy peligroso y yo era experta en los juegos de alto riesgo. No dejaría que él ganará; le demostraría que tan buena era jugando; el juego recién iniciaba.