19. La debilidad del brasileño
Era casi la media noche cuando Ramsés — descubrió a Gala salir de la habitación de María. Rápido se escondió detrás de un pilar y aguardó a que se despidieran para sorprender a su joven esposa en las escaleras.
Algo llevaba consigo que no dudó en notar.
— ¿Qué haces despierta a esta hora? — preguntó enseguida en su espalda con aquella profunda voz que cortó el aire como un látigo.
Gala se giró inocente y ahogó un jadeo como si hubiese sido sorprendida haciendo algo malo. Estaba ataviada dentro de su bata de dormir y llevaba el cabello ligeramente recogido en una media cola. La imagen que vio Ramsés no hizo más que acentuar la fragilidad de la joven.
— Yo — sus ojos abiertos ampliamente con una mezcla de susto y sorpresa y sus manos ocultas detrás de su espalda como una niña pequeña —… fui por un vaso de agua.
Ramsés entornó los ojos y apretó los puños.
— Mientes.
— Es verdad, yo…
— ¡Mientes! — repitió, más enérgico —. Te vi salir de la habitación de María. ¿Qué ocultas, eh? ¿Es que aca