18. Estás atada a mí por siempre.
Horas más tarde, Gala no había avanzado ni siquiera la mitad. El sol se ocultaba a lo lejos y pronto comenzaría a anochecer.
Ramsés salió del despacho, inquietó, sin poder concentrarse en su trabajo ni en nada más que no fuese su jodida esposa.
Entró en la cocina y encontró a todo el mundo murmurando, pero en cuanto lo vieron allí parado, guardaron silencio.
— María, ¿Gala ha terminado ya?
La mujer negó.
— Hace horas que le llevé el almuerzo y no llevaba ni siquiera una cuarta parte.
Ramsés se tensó y echó un vistazo a su reloj.
Eran casi las seis de la tarde. El sol desaparecía en las montañas.
— ¿Por qué diablos se ha demorado tanto?
— ¿Y cómo piensas que voy a saberlo? ¡Si te has negado a que vaya con ella! — replicó la mujer, enojando al brasileño.
— Cuida tu tono, María. Que tenga consideraciones contigo no quiere decir que lo vaya a hacer siempre.
— ¿Y qué es lo peor que puedes hacer? — lo retó, mirándolo a los ojos.
¡Esa mujer lo iba a sacar de sus casillas!
— ¡Es insoportable h