Mat yacía junto a la cama de su luna, resistiendo el impulso de acostarse con ella. El sueño erótico había intensificado su deseo, y su aroma lo estaba enloqueciendo. Esta nueva energía le preocupaba. No podía dejar de preguntarse: ¿Por qué una humana tenía el amuleto de Wadjet? ¿Quién se habría apoderado esta vez de su linda Luna? Tan inocente y pura que era.
¡Despierta, Mat!, se reprendió a sí mismo. ¡Recuerda que podría albergar a nuestra enemiga! Los recuerdos lo asaltaron: ¡Isfet, cuánto te amé! ¿Por qué me traicionaste? Pudimos haber sido tan felices... Habría puesto el mundo a tus pies. Si querías poder, ¿por qué no me lo pediste? ¡Te lo habría dado todo! Un movimiento inquieto en la cama lo puso en alerta. Isis lloraba desesperadamente, sumida en otra pesadilla. Aunque se mantuvo distante, observó cómo la luz emanaba de su pecho y la envolvía, sin lograr calmar su llanto. Entonces, escuchó su nombre entre sollozos. Mat, ¿dónde estás? ¡Dijiste que s