Comenzó a contar su historia desde que había partido. Sus relatos pintaban los paisajes y las emociones que habían dejado huellas en su corazón, convirtiéndose en el eslabón perfecto que uniría sus experiencias pasadas con el presente renovado que compartía con su madre.
—Pues mamá, cogí un avión y vine a parar aquí —dijo ante la mirada asombrada de Amonet—. Me hospedé en el Grand Pakua Resort, en una suite muy linda. ¡Dormí cinco días seguidos! Después, me di cuenta de que hacía mucho frío y me fui a comprar ropa. Pero perdí el autobús del hotel. Fue cuando me encontré con Jacking. ¿Lo conoces?—Sí, esta es su casa. Nos ofreció su hospitalidad —confesó Amonet viendo cómo ella fruncía el ceño.—Pues bien, él me recogi&oac