Las palabras salían del pecho de Héctor como nunca antes. Cómo si hubiera estado esperando este momento toda su vida.
—Sé que no soy el mejor cuando se trata de expresar lo que siento —continuó Héctor, inclinando ligeramente su rostro con nerviosismo—, pero quiero que sepas que te amo con todo mi ser. Eres la mujer de mis sueños, la que llenó mi vida de colores, la que me da la energía para vivir. Todo gracias a tus risas, a los secretos que compartimos, y a esos momentos tuyos, únicos, que guardo como un tesoro. Sonrió a pesar de que ella no lo veía. Detenido detrás de la puerta del baño con sus ojos iluminados con una sinceridad que solo ella podía inspirar.—Eres especial, Meryt. Te admiro por tu generosidad, por enseñarme que podemos amar sin miedos. Pero tengo que ser honesto contigo: no es solo amor lo que siento por ti. &Héctor continuaba lamiendo su centro con una devoción que parecía no conocer límites, y Merytnert no lograba contener los gemidos que escapaban de sus labios, aunque intentaba acallarlos. La intensidad de las sensaciones la estaba llevando al borde de la locura. Él ascendió lentamente por su cuerpo, dejando un rastro de besos ardientes desde sus muslos hasta sus labios. En su recorrido, dedicó especial atención a sus erguidos pezones, lamiendo y chupando con esmero, y luego subió hacia su cuello, donde dejó un pequeño mordisco, como marcando con su pasión el lugar que siempre sería suyo. Ella, presa de un deseo cada vez más incontrolable, giró para colocarse encima de él. Poco a poco, su timidez e inexperiencia empezaron a desvanecerse, dejando paso a una mujer completamente entregada y desbordada de deseo. Se inclinó sobre él y comenz&oacut
Antonieta no sabía qué pasaba con Amet; llevaba días sintiendo que él se alejaba de ella. ¿Acaso se había arrepentido de ser su otra mitad? Además, no podía contactar con las chicas. Netfis se pasaba el día entrenando; con Angelina, o mejor dicho, Merytnert, no tenía idea de dónde estaba, y Julieta tenía su teléfono apagado. ¡Se estaba volviendo loca! Decidió meterse en la bañera.Dado que estaba sola, pensó en hacerlo desnuda, pues el calor que sentía era abrasador. No entendía cómo, afuera de la casa, estaba nevando, mientras que ella se sentía como si estuviera derritiéndose. Era tarde. ¿Dónde andaría Amet a esas horas?Se levantó y salió desnuda, caminando por el cuarto. Sintió que el calor había cedido un poco. Tenía sed, así que se dirigi&oacu
Él continuó su camino descendente hasta llegar a su intimidad, donde empezó a darle pequeños mordiscos que la hicieron explotar de placer. Sus dedos se introdujeron en su vagina, y su cintura comenzó a moverse sin que ella pudiera detenerla. Amet también gruñía. Lo miró por un instante y pareció frustrado. Ella salió de su agarre mientras le besaba el torso, tiró de su camisa y, con la mirada, le exigió que se quitara el pantalón.¡Tenía que conseguir que su hombre se liberara de lo que lo estaba reteniendo!Lo besó con esmero, bajando hasta su cuello, mordiéndolo y chupándolo, sin dejar de moverse sobre su miembro. Sintió que estaba ganando la batalla al escuchar los gruñidos de placer que él emitía.— ¡Antoni! ¿Estás segura, cariño? —le preguntó, con una voz ronca
Amet, reprimiendo una sonrisa llena de incredulidad y felicidad ante la reacción de su bella mitad, le respondió que eran cuatro días y que le había iniciado el día anterior. Antonieta lo miró fijamente con el ceño fruncido, lo cual hizo que, por un instante, Amet temiera su reacción, aunque nada lo tenía preparado para lo que continuó.—Entonces, Amet —dijo Antonieta con picardía y un toque de reproche—. ¿Quieres decir que, por la estupidez de no decírmelo, perdimos un día de placer?—Ja, ja, ja —soltó Amet una estridente carcajada, sin poder creer que tuviera tanta suerte con su bella compañera, que reaccionaba de una manera diferente, pero que lo llenaba de alegría—. ¡Eres tan impredecible, Antoni! ¿Cómo iba a saber que querías pasarlo conmigo?—¡Amor, teng
Hacía muchos días que el lobo Mat no sentía la satisfacción que experimentaba en ese momento. Sin embargo, también se apoderaba de él un miedo abrumador ante la inminente revelación de quién era su humano, Isis. Tendrían que pensar muy bien qué hacer al respecto. Decidieron dirigirse al hotel, donde Jacking quería investigar más sobre esos vampiros que rondaban la manada. Necesitaban saber quiénes eran y, si era posible, deshacerse de ellos.Al llegar a su hogar, Jacking fue recibido por Neiti, la hija de la bruja Teka-her, quien traía consigo a una mujer enigmática que instantáneamente reconoció como una Meiga (bruja vampira).—Buenos días, mi Alfa —saludó, inclinando la cabeza.—Buenos días, Neiti. ¿Qué te trae por aquí? —preguntó, frunciendo el ceño.—H
Jacking estaba a punto de convertirse en Alfa Supremo, decidido a someter a las brujas y acabar con sus vidas. Tanto Mat como él estaban enfurecidos. Justo en ese momento, entraron Amet, Horacio y Bennu, quienes corrieron a su lado.—¡Neiti! ¿Qué locuras son esas que estás hablando? —increpó el beta Amet, visiblemente molesto.—¡Perdón! Yo solo hablé de lo que escuché —se disculpó aterrorizada Neiti, retrocediendo y arrodillándose.—¡Mi Alfa, solo pedimos lo que es justo para nuestra manada! —insistió la bruja Rosa, con un tono que no le agradó al Alfa.El despacho quedó sumido en un silencio pesado, roto únicamente por las respiraciones tensas de Neiti y Rosa. Ambas se estremecían bajo el peso del poder del Alfa, como si la misma atmósfera se hubiera vuelto más densa. Jacking inhaló pr
Sin embargo, era crucial que consultaran con la bruja Teka lo antes posible. No quería que un malentendido deteriorara su relación con ella, un pilar esencial de la manada. Resultaba más que sospechoso que Rosa y Neiti hubieran esperado a que Teka se ausentara para hacer esa solicitud. Todo indicaba que había algo detrás de sus intenciones, algo que no podía permitirse minimizar.Por si fuera poco, la energía oscura que Mat había detectado en la Meiga Rosa era otra señal de alerta. Necesitaban traer de vuelta a Teka ese mismo día. Aunque Ahá podía quedarse con los padres de su Luna, la presencia de Teka en la manada era insustituible, sobre todo ahora que el ambiente estaba tan cargado de tensiones.Tras unos segundos de reflexión, Jacking se movió con rapidez. Localizó a la loba Ast, que dormía plácidamente, y la tomó en sus brazos con cuidado. Cer
La declaración provocó un atisbo de curiosidad en Jacking, que arqueó una ceja mientras esperaba la explicación del beta.—¿Por qué dices eso? —inquirió con interés.—Porque él puede dominarla y calmarla con solo mirarla —admitió Amet con franqueza, dejando escapar un suspiro cansado—. ¡Yo nunca conseguiré hacer eso!Jacking cruzó los brazos, asimilando lo dicho, y luego giró su atención hacia Bennu. Su voz adquirió un tono de seriedad, casi solemne.—Entonces, Bennu, ¿estás dispuesto a que tu mitad te acompañe siempre en la vanguardia? —Su mirada era penetrante. La vanguardia era el lugar más peligroso en cualquier escenario de batalla; nadie se lo tomaba a la ligera.El jefe de seguridad sostuvo la mirada de su líder, sabiendo que la pregunta no era solo un cuestionamient