El Alfa avanza pensativo; ahora entiende a su padre cuando le dijo que pusiera a su hermana en las cuevas de plata. Su poder lleva tantos años restringido que está a punto de explotar al salir. ¡Tenía que haberle dedicado más tiempo! Se reprocha mientras piensa en la mejor manera de ayudarla. El problema de su Luna lo ha tenido muy ocupado. ¿Estará bien? Se pregunta y decide comunicarse con ella:
— ¡Mi luna, mi luna! ¿Dónde estás, mi Luna? ¿Duermes todavía?— ¿Mi Alfa? —escucha la voz incrédula de Isis en su mente—. ¿Eres tú? ¡Puedo hablarte! ¡Era cierto! ¡Pensé que me habías engañado! ¡Pasaron muchas horas desde que te fuiste!— Mi luna, sé que no tienes noción del tiempo, pero era de noche cuando te dejé y ahora acabo de despertar —explica con suavida