66. UNA SITUACIÓN PELIGROSA
AMANDA:
Amaral me lanzó una mirada preocupada antes de dar un paso más cerca de la ladera. Un instinto protector, casi visceral, me obligó a avanzar detrás de ella. Los niños, todavía ajenos a nuestra presencia, seguían discutiendo mientras las luces de las que hablaba Netfis comenzaban a hacerse visibles.
Eran suaves destellos que parecían flotar entre la nieve, como fragmentos de magia perdidos y danzantes. Me detuve un momento, intentando descifrar su origen, pero no había una fuente clara. Parecían simplemente emerger de la tierra y el aire, como algo vivo, pero intangible.
—Amanda, esas luces no son normales —murmuró Amaral, con un matiz de preocupación y curiosidad.
—Lo sé —respondí. Mi mirada volvió a los niños a lo lejos, que ahora se acercaban peligrosamente al borde del barranco.
El grupo de niños todavía no nos escuchaba. Héctor dejó caer la madera que tenía en las manos y dio un paso hacia atrás, casi tropezando. Seguimos avanzando. No podíamos hacerlo más rápido;