119. EL INTERROGATORIO
JACKING:
El Alfa Cooper tragó saliva, claramente incómodo ante mi orden. Sus ojos se oscurecieron un instante, luchando por contener el impulso de rebelarse, pero finalmente asintió.
—Por aquí, mi Alfa —murmuró, comenzando a caminar hacia la casa que dominaba el centro del terreno—. Perdone la descortesía. Pase, pase usted.
Mis lobos me rodearon, formando un círculo tenso mientras nos movíamos detrás de Cooper. Amet permanecía a mi derecha, vigilante, su energía palpable como una llama que ardía bajo su piel. Los demás, aunque callados, seguían observando a los lobos de la manada.
—Bennu y Horacio, quédense aquí afuera, vigilando a todos esos guerreros. Al primero que quiera rebelarse, lo matan —ordené con voz de Alfa, asegurándome de que todos me escucharan—. No sé por qué, pero siento un trasfondo en toda esta historia.
Cuando entramos en el despacho, el olor a madera vieja nos recibió como un golpe. Cooper cerró la puerta tras nosotros, pero no se atrevió a acercarse demasi