Unos días después

Londres

Rachel

Dicen que cuando has estado al borde del abismo, todo cambia. No solo tu forma de ver la vida… cambia el alma, cambia el ritmo con el que late el corazón. Es como si algo —o todo— se rompiera dentro de ti, y al mismo tiempo, algo nuevo naciera entre las grietas.

Es ahí, en ese límite entre el miedo y la esperanza, cuando te das cuenta de que has estado viviendo con los ojos vendados. Caminando por la vida como si siempre hubiera un después… un momento ideal… un “mañana lo intento”. Pero cuando sientes que tal vez no haya un mañana, te despiertas. Despiertas de ese letargo absurdo al que llamabas rutina.

Entonces lo entiendes. Entiendes que el tiempo no es infinito. Que los rencores, los orgullos y las dudas son cadenas que te pusiste tú misma. Que vivir con miedo es apenas sobrevivir.

Y solo quieres eso… respirar sin sentir que te ahogas. Reír sin pensar en el reloj. Amar sin excusas. Dejar de posponer lo que te importa. Mirar a los ojos de quien te ha