CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 5

POV de Kael

El aire en la manada Luna Roja apestaba a debilidad. Cortesanos perfumados con manos suaves, guerreros que no se atrevían a mirarme a los ojos, y un Alfa cuya columna se doblaba como madera mojada. Podía oler su miedo, y me repugnaba.

Pero ella…

Era el único aroma que me importaba.

Incluso sin marca, ardía más que cualquiera en ese salón.

Arienne.

La pequeña loba se aferraba a la muñeca como si pudiera ocultar lo que ya llevaba dentro de mí.

Su marca. Robada en la noche mientras dormía, arrancada de su piel y unida a la mía por una hechicería más antigua que las propias líneas de sangre de su manada.

Ahora latía débilmente, grabada contra mi clavícula, viva donde todas las demás se habían marchitado.

Esa era la diferencia.

Cada marca que había tomado antes no había sido más que alimento: brillaba por un momento y luego se apagaba, convirtiéndose en ceniza dentro de mí. Mi maldición lo exigía.

Si no me alimentaba de vínculos de pareja, mi fuerza se marchitaba, mi cuerpo se pudría y la oscuridad me desgarraba hasta que no quedaba más que polvo.

Durante siglos, había sido un ladrón del destino. Un depredador que devoraba el amor mismo.

Pero la suya era diferente.

La marca de Arienne no se había apagado. Brillaba, resistiéndome, uniéndonos de formas que no había previsto.

En lugar de saciar la maldición, despertó algo más profundo.

Hambre, sí. Pero también… deseo.

Lo último que necesitaba.

—Alfa Kael —repitió Ronan, con la voz tensa—. La chica es suya, como se prometió. Considérelo un gesto de buena voluntad entre nuestras manadas.  

Volví mi mirada hacia él, y se estremeció. Patético.  

—No hables como si tuvieras elección —dije con frialdad—. Ella fue mía desde el momento en que tomé lo que tú nunca pudiste proteger.  

Un murmullo recorrió la sala, pero los ignoré.  

Mi atención regresó a ella. Temblaba, con los ojos muy abiertos y los labios entreabiertos, como si cada respiración le doliera. El miedo emanaba de ella en oleadas.  

Y aun así… no colapsó. No suplicó. No apartó la mirada como los demás.  

Me sostuvo la mirada.  

Desafiante, incluso en el terror.  

La mayoría se orina del miedo solo por estar ante mí; creen que soy inmortal, que he vivido incontables años. He destruido manadas enteras yo solo. Nadie osa interponerse en mi camino.  

Pero ella… aquí está, firme, desafiante.  

Mi lobo asintió en reconocimiento.  

Ronan carraspeó. —Si eso es todo—  

—No lo es. —Mi voz cortó la suya, helando el aire del salón—. Nunca volverás a hablar de ella como si estuviera maldita. ¿Entiendes?  

La mandíbula de Ronan se tensó. —Sí, Alfa Kael.  

Bien.  

Me acerqué a Arienne, bajando la voz para que solo ella me oyera.  

—Tu manada te entregó como carne echada a perder —murmuré—. Pero yo no te desperdiciaré. Vendrás conmigo.  

Sus labios temblaron. —¿Y si me niego?  

Me incliné, dejando que su aroma me envolviera. Mi marca palpitó, brillando suavemente en respuesta a la suya. El vínculo tiró de mí, innegable.  

—No lo harás.  

*****

Esa noche, cuando el tratado fue firmado y Ronan se emborrachó de falsa valentía, abandoné el salón de la manada. Mi Beta, Dorian, me siguió en silencio.  

—Solo es una omega —dijo por fin—. ¿Está seguro de que vale tantos problemas?  

Me detuve, fijando mi mirada en él. —¿Dudas de mí?  

Su garganta se movió, pero no apartó los ojos. Valiente, por una vez.  

—Dudo de ella. Es débil. Frágil. No como las otras que has tomado.  

—Exacto —respondí.  

Frunció el ceño.  

Abrí mi camisa, revelando el resplandor tenue de la marca grabada en mi piel. Sus ojos se abrieron con asombro.  

—Sigue viva —dije en voz baja—. Todos los demás vínculos que consumí se convirtieron en ceniza en un día. El suyo me resiste. ¿Entiendes lo que significa?  

El silencio de Dorian me dijo que sí.  

—La maldición puede romperse —continué—. Ella es la clave.  

Él inclinó la cabeza. —Entonces la llevará con nosotros.  

—Sí. Será mi esposa.  

*****

Más tarde, a solas en la oscuridad de mi habitación, pasé los dedos sobre la marca luminosa.  

El ardor se hundía en mis huesos, una cadena que me arrastraba hacia ella aunque intentara resistirme.  

La Diosa Luna me maldijo hace mucho tiempo—por traición, por pecados que ya no me interesaba recordar.  

Mi linaje fue condenado, mi existencia torcida por el hambre.  

Había matado incontables vínculos destinados solo para sobrevivir.  

Pero ahora…  

Ahora tenía entre mis manos un fragmento de destino que no moriría.  

**Arienne.**  

La marca nos ataba a ambos.  

La pregunta no era si vendría a mí. Ya no tenía opción.  

La pregunta era si podría salvarme.  

Cerré los ojos, exhalando despacio mientras el hambre volvía a agitarse.  

Un solo bocado. Eso sería suficiente.  

Pero si devoraba por completo su vínculo, si dejaba que la maldición la consumiera comoa tantas otras…  

No sobreviviría al año.  

Y por primera vez en siglos, no estaba seguro de poder soportar esa idea.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP