Ana, inflando sus rosadas mejillas, con los ojos del tamaño de almendras, los miraba redondos y dijo: —¿Qué quieres decir? ¿Te molesta que esté sucia?
Juan, viendo la expresión enojada de Ana, tuvo que contener la risa: —Eres una mujer adulta, ¿cómo puedes besar a alguien tan fácilmente?
Esto enfureció aún más a Ana, quien dijo con voz melodramática: —¿Quieres decir que soy una mujer fácil? ¡Aparte de ti, nunca he besado a nadie!
—Eres un tonto, un estúpido, un malvado.
Diciendo esto, Ana golpeó con fuerza el cuerpo de Juan con su puño fragante.
—Te di mi primer beso, y ahora ni siquiera quieres ayudarme.
—¿Tienes miedo de molestar a tu ex esposa?
—¡Ella te trata tan mal y yo te trato tan bien!
Ana se sentía cada vez más agraviada mientras hablaba, y sus ojos se enrojecieron involuntariamente.
Al ver a Ana a punto de llorar, Juan se sorprendió.
Era extraño, la estaba golpeando y ahora la estaba haciendo llorar.
Juan, desconcertado, tuvo que ceder: —Está bien, te ayudaré.
Al oír esto, A