La respiración de Daniella se volvió agitada, como si el aire fuera a salírsele del pecho en cualquier momento.
Se esforzó por no suspirar ni gemir, ni hacer nada que la separara de su atractivo padre.
Lo miró fijamente a los ojos, que eran excepcionalmente atractivos, brillantes y profundos, como si estuvieran llenos de agua.
—Vamos. Entremos —dijo, controlando el temblor en su voz, y se separó suavemente de Liam.
Lo levantó del frío suelo y, por suerte, Liam accedió esta vez.
Se quedó de pie, aturdido, sonriéndole tímidamente a su hija.
—No me echaste de menos, ¿verdad? —preguntó ininteligiblemente mientras rodeaba a Daniella con su largo brazo.
Daniella lo miró de reojo mientras le sujetaba el brazo y lo guiaba hacia la puerta; tenía la cara roja y un fuerte olor a alcohol en el aliento.
—Dime, papá. ¿Qué te hizo beber tanto? —preguntó Daniella mientras lo hacía acostarse en la cama.
Liam se hundió con un silbido y ahogó un profundo gemido.
Daniella miró a su padre, que tenía los o