—¡Natalie!
Matilda logró esbozar una sonrisa forzada, se acercó a ella y dijo: —Se me da muy bien preparar los huevos al vapor. Déjame ayudarte.
—Claro, eso mejor.
A continuación, ambas sacaron unos huevos e ingredientes, e ingresaron a la cocina. Una vez dentro y con la puerta cerrada, la sonrisa de Matilda se esfumó por completo.
—Natalie, te lo advierto, si te atreves a decir la verdad, ¡no te lo perdonaré!
Natalie levantó una ceja y sonrió, comenzando a batir los huevos mientras pronunciaba despacio: —¿Por qué habría de ayudarte a ocultar algo? Si Leonardo supiera que fui lo quien lo cuidó durante tres días y tres noches, supongo que tu imagen ante él se vendría abajo, ¿no crees?
Matilda rechinó los dientes de furia y espetó: —¡Si no me hubieras pedido que me fuera, me habría quedado allí a cuidarlo!
Natalie la miró de reojo y se mofó: —¿Te pedí que te fueras y lo hiciste sin más ni más? Parece que tus sentimientos por Leonardo no son tan profundos.
—¡Tú...!
Con una mirada repleta