Capítulo 2: ¿Tú me salvaste?

La mujer entró, y miró tal escena, lanzó un grito aterrorizado,

Evana tocaba su herida, evitando que la sangre siguiera fluyendo, tenía miedo, se sentía cansada, el dolor ardía hasta sus entrañas, pero pensó que era su último momento, él iba a matarla, estaba segura.

Álvaro se distrajo con Nicol, suplicando que llamará a la ambulancia, cuando se giró Evana no estaba, la puerta resonó con su salida, intentó ir por ella, la vio correr, se desesperó, y la persiguió.

Estaba seguro de que, si esa mujer hablaba y lo denunciaba, él estaría acabado, todo por lo que luchó se vendría abajo.

Su abuela no lo elegiría presidente de la empresa Ford, además, acabaría en la cárcel.

Corrió con más fuerza, pero no vio a la mujer por ningún lado, siguió su instinto, avanzando por una calle, sin saber que Evana se escondía tras un bote de basura, como un animal herido y asustado.

Ella sabía que eran sus últimos momentos, estaba sangrando mucho, si llegaba a perder más sangre, iba a morir, sollozaba

Caminó tan rápido como pudo, mucha gente la miró, se alejó, había tan poca empatía, como si la gente la juzgara solo al verla.

Esta mareada, supo que perdería el conocimiento, no podía aceptarlo, sin saber en manos de quién quedaría.

Se atravesó a un auto, que, con el semáforo en verde, apenas pudo detenerse, el conductor accionó el claxon, pero la mujer tocaba la ventanilla del auto, Evana quiso abrir las puertas y subir, quería ayuda, pero no, nadie le hacía caso. Estaba impotente.

Hasta que tocó esa ventanilla del asiento trasero con tal fuerza y apuro, que capturó la atención de alguien.

Bajó el vidrio, un hombre la observó, sus ojos la escudriñaron con furia.

—¿Qué quieres mujer? ¡No tengo dinero! —la juzgó como mendiga.

—¡Ayuda…! Ayúdame… —exclamó con voz temblorosa.

El hombre observó la sangre en su ropa y piel, la miró asustado, abrió la puerta de inmediato.

Evana se acercó, y cayó sobre el asiento, encima del regazo de ese hombre perdió el conocimiento.

Él pudo notar su herida. Sus ojos azules y fríos se abrieron incrédulos, la llevó adentro del auto, sintió algo de pena, no fue capaz de dejarla ahí.

—¡Está mujer está herida! ¡Vamos a llevarla al hospital! —exclamó e intentó ayudar a detener el flujo de sangre usando un pañuelo.

El chofer condujo.

Al llegar al hospital, la llevó hasta el área de emergencias, la llevaron en una camilla.

—¿Cuál es el nombre de la mujer?

Marcus Ford no tenía idea de quien era esa mujer.

—Yo… no lo sé, la encontramos en la calle, pidió ayuda.

La enfermera asintió.

—Buscaremos a sus familiares, si sobrevive…

Esas palabras golpearon su conciencia.

«¿Cómo qué si sobrevive?»

—Ella necesita sangre A positivo urgente, pero ya no contamos con suficiente sangre en nuestro banco, me temo que si no conseguimos esa sangre puede morir.

El hombre observó al doctor aturdido.

—Mi tipo de sangre es O negativo, ¿Podría donarle?

—¡Claro! Sígame.

Marcus Ford siguió al doctor, pronto se encontró donando sangre para esa mujer, era solo una desconocida, pero no tenía tan cruel corazón para dejarla ahí.

Luego de donar sangre, espero afuera, su asistente llegó a su lado, sorprendido de tal situación.

—Señor, ¿No irá a la junta de socios fundadores?

—No lo haré, informa que me ocuparé unos días.

El asistente le miró con sorpresa.

—Le recuerdo que su madre organizó la cena esta noche para que conociera a una mujer, ella la considera perfecta para usted.

—Cancélala.

El asistente aceptó, y se fue.

Marcus Ford era hijo menor de la familia Ford, su hermano mayor había muerto hace años.

Su madre quería que él dirigiera la empresa Ford, como presidente, pero su padre a punto de retirarse solo querría a un hijo que estuviese casado, pues eso aseguraría una estabilidad como la que él tuvo durante su larga gestión.

Marcus no quería saber nada del amor, pero dirigir la empresa era su gran sueño, además, cuando la empresa estuvo al borde de la quiebra por la gestión de su tonto sobrino, fue Marcus Ford quien la salvó, dando parte de su dinero personal, y creando un plan de trabajo que la catapultó a ser una gran empresa otra vez, nadie lo merecía como él.

«Me casaré si eso tengo que hacer, pero yo seré el presidente de la empresa Ford», pensó.

—¿Señor?

El hombre miró a la doctora.

—La mujer está bien, ahora está fuera de peligro.

Él asintió.

—¿Quiere verla?

Su pregunta le causó confusión, pero de pronto, sintió curiosidad de verla, asintió.

Entró a esa habitación, la mujer estaba tendida en la cama, era tan frágil como una muñequita vapuleada. No la conocía, nunca la vio en el pasado.

Ella abrió los ojos, miró alrededor, estaba asustada, miró a ese hombre con duda, notó la mirada de ese hombre sobre sus manos, pero no entendió la razón.

—¿Quién es usted…? ¿Qué me pasó? ¿Morí?

Una sonrisa sarcástica se dibujó en los labios de ese hombre.

—No. Sobreviviste, alguien te atacó, te hirió, perdiste mucha sangre que casi mueres, ahora estás a salvo.

—Usted… ¿Usted me salvó? —exclamó

De pronto, todos los recuerdos volvieron a Evana a una velocidad que la marearon, su ahora exesposo intentó matarla, podría buscarla, corría un grave riesgo, eso pensó.

—Te acercaste a mi auto, pidiendo ayuda, soy un hombre justo, no dejaría en la calle a alguien tan necesitado.

Los ojos de Evana se llenaron de lágrimas, tuvo mucha suerte.

—Gracias… —susurró

—Me llamo Marcus Ford, si necesitas algo más…

Su nombre resonó en sus oídos con gran fuerza, sus ojos se abrieron enormes.

—¿Usted es Marcus Ford? Usted es… ¿El dueño de la empresa Ford?

Él se sorprendió de que ella lo conociera.

—Bueno, mi familia y yo somos dueños de la empresa, ¿Me conoces? —exclamó con duda

Ella esbozó una sonrisa sarcástica.

—Claro que te conozco, al menos he escuchado tu nombre, a ti y a tu familia, pero sobre todo a Álvaro Ford, él es quien me destruyó, es culpa de ese miserable que yo esté en esta cama de hospital.

Marcus Ford abrió ojos enormes, impactado ante sus palabras.

—¡¿Qué has dicho?! ¿Cómo es posible? ¡Ahora mismo me dirás toda la verdad! —exclamó, su mirada severa y su porte altivo la hicieron sentir pequeña y tener miedo de nuevo.

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