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—¡¿Qué carajos hiciste?! El caballo salió desbocado al acercarte a ella. Álvaro abrió ojos enormes al escuchar la voz de su tío enfurecido, él aún estaba montando su caballo. —¿Qué? ¡No sé de qué hablas! —exclamó Marcus lo tomó del cuello alzando la mano, bajándolo del caballo con tal violencia, que el hombre por poco cae al suelo. —¡Más te vale que mi esposa esté sana y salva, o juro que te mataré! Marcus montó el caballo, subiendo de un solo salto, montó tan rápido como pudo, decidido ir a alcanzar a Evana a todo galope. Álvaro lo miró con rabia. «¡Ojalá que ambos desaparezcan para siempre de mi vida! Los aborrezco», pensó. —¡Álvaro! ¿Qué hiciste? La voz de su abuela lo sobresaltó, lo inculpaba del suceso. —¿Qué dices, abuela? ¡No he hecho nada! ¿Cómo puedes pensar algo tan malo de mí? La mirada de Fátima recorría al joven, como si pudiera escudriñarlo y leer a través de él. Se acercó a paso lento cuando miró algo brillar en su mano, se lo arrebató tan rápido que él no lo
Marcus quería hacer enfadar a Álvaro, intimidarlo, pues sabía que lo envidiaba, que era inseguro ante él. Sin embargo, esos dulces y deliciosos besos lograron borrar todo de su mente, fue solo un instante en que se dejó llevar, no supo más de él, hasta que sintió que ella quiso alejarlo, pero él no la dejó, su mano libre estrechó su cintura y subió a su espalda, pegando su cuerpo al suyo. Evana no pudo hacer nada, su lengua se abrió paso por su boca, acariciándola suavemente. Su cuerpo se estremeció al sentirlo tan cerca, era un beso diferente, demandante, codicioso, la dejaba sin aliento, la hacía estremecer, nunca se sintió tan vencida por un simple beso, ni tan necesitada por él. Cuando él detuvo el beso, y se miraron a los ojos, el deseo brillaba en sus pupilas. Evana retrocedió un paso, sus mejillas se encendieron de un rojo carmesí. —¡¿Por qué ha hecho eso?! Marcus alzó la vista, Álvaro no estaba ahí, —Álvaro… estaba ahí, pero… Evana corrió asomarse, pero no había rastro
—Lo siento, es mejor no decir el nombre, pensé mucho, pero ¿Para qué? No arruinaré la reputación de un hombre, más que por él, por su familia, aunque confío en que la vida le dará su merecido —dijo Evana sonriente. —Es usted una mujer inteligente, señora Ford, tiene razón, en esta vida, es seguro que ese hombre pague por el daño causado. Evana sonrió y degustó su comida, mientras Fátima, Stella y Nicol posaban su mirada severa en ella. Al salir del salón, se detuvieron en una estancia, los ojos de Stella sobre Evana eran como dos puntas venenosas capaz de atravesarla, pero Evana no tenía miedo de esa mujer, era suficiente con que quisiera hacerle daño, a pesar de todo. —¿Qué pretendías, Evana? ¿Acaso creíste que eras lo suficiente fuerte para arruinar la buena reputación de mi amado hijo? Evana sonrió. —¿Buena reputación? Solo reputación tiene tu hijo, Stella. —¡Basta ya! Stella ya cállate, me tiene harta tu voz, y sobre ti, Evana, ten cuidado con lo que dices o haces, me guste
Evana y Marcus caminaban por los jardines, había un silencio que parecía interminable. —¿Cómo te fue en la comida con las distinguidas damas? —preguntó irónico. —Bueno, no tan bien, pero pude defenderme. Marcus la miró de reojo, sonrió al escucharla. —Eso es bueno, aquí siempre deberás defenderte, nunca sabes con que novedad saldrán estás serpientes. Evana sonrió. —¿Crees que tienes segura la presidencia? Marcus se detuvo, recordó el pasado. Hace cinco años, Álvaro terminaba la universidad y comenzó a lavar el cerebro de Andrés, hablando pestes de Marcus, fue tanto el veneno destilado que provocó enfrentamientos entre padre e hijo, aunando a que Marcus conoció un horrible secreto sobre su padre, que lo hizo odiarlo. Álvaro desconociendo el secreto, pero sabiendo la rabia entre los dos, avivó el fuego, haciendo parecer que Marcus era un tonto en los negocios, y haciéndolo perder mucho dinero para la empresa, sin embargo, Marcus, pronto descubrió que Álvaro financió al socio con
Él la miró con ojos severos, ella le miró con algo de miedo, Marcus la acercó, tomando sus brazos con fuerza. —¡Ten cuidado, Evana! No cruces tu límite. Ella sintió un miedo diferente, no era miedo en realidad, era algo más, estaban tan cerca, podía seguir sintiendo su cálido aliento, perderse en sus ojos azules, imponentes. Marcus sintió esa atracción, era casi irresistible, que eligió alejarse de Evana. —Lo siento, pero, no puedes venir y besarme de esa manera, creo que dejamos las cosas claras —dijo ella. Cuando Evana miró el rostro de Marcus, él tenía una sonrisa pícara en sus labios. Ella entró al cuarto de baño, se metió a bañar. Se sentía exhausta, los días habían pasado tan rápido en su mente, que sentía como si viviera en una película que no encontraba su final. Marcus esperaba que ella saliera de bañar, pero como tardaba, decidió desvestirse. Cuando Evana salió del baño ya estaba cubierta por una toalla, vio al hombre ahí, quitándose la ropa, como si estuviese solo, s
Álvaro sintió que el odio lo consumía, miró a Nicol y tomó su brazo. —¡Trajiste lo que te pedí! —exclamó La mujer asintió, abrió su cartera y le mostró un pequeño gotero, los ojos verdes del hombre brillaron con malicia Tomó el frasco y se alejó. «Ya veremos cuánto te va a durar tu buena vida, Evana, pagarás caro, haré que dejes de ser una Ford, pero ¿Quién sabe? Tal vez te dejaré destinado un lugar en mi vida, ahora que el título de amante quedó vacante», pensó sonriente. El baile terminó, pronto muchas parejas siguieron bailando, pero Marcus llevó a Evana a tomar asiento. —No quise ser grosera con tu madre, lamento si crees que me pasé de la línea. Él sonrió. —No te angusties, Evana, lo hiciste bien, en realidad me agradó, mamá merece eso y más cuando es tan grosera. Ella sonrió. Álvaro habló con un mesero. —Quiero que lleve esta copa champagne a la señorita ahí sentada, está copa debe ser, no ninguna otra, apenas pase la comida, ¿Entendiste? Álvaro sacó dinero, y se lo t
Los invitados escuchaban boquiabiertos, las damas hicieron murmuraciones. —Recuerdas que Evana Ford dijo que su exesposo era un maltratador y la engañó apenas nació y murió su bebé, ¡Oh, Dios! ¡se refería a Álvaro Ford! Por eso no quiso dar el nombre, ¡Qué mal hombre es! Por lo menos Marcus Ford es decente, incluso se casó con Evana por amor, ellos juntos son poderosos —dijeron las mujeres Fátima logró escucharlas, la mujer se sintió devastada, se acercó para detener el escándalo de su nieto. —¡Cállate, Álvaro! Estás arruinado la cena. —¡Solo quieres lo mío! —gritó Álvaro Marcus tomó a Álvaro y lo arrastró hasta afuera, Evana fue tras ellos, pero Stella la detuvo, haciéndola a un lado. —¡Tú tuviste culpa de todo esto, miserable bruja! Evana se soltó del agarre con furia, miró a la mujer a lo lejos. —¿Yo tengo la culpa de que tu hijo pierda la razón? No puedo atribuirme el estar dentro de su cabeza, me halaga que lo pienses. —¡No te hagas la graciosa, algo malo le hiciste, segu
A la mañana siguiente Cuando Evana abrió los ojos, sintió que la arropaba un raro calor, olió ese perfume de menta y maderas. Se enderezó al instante, y lo miró ahí, a su lado, en esa cama, ella abrazada a su pecho, él abrazando su cuerpo. Evana aún tenía ese vestido maltrecho, sintió vergüenza, sus mejillas se pusieron rojas, se alejó poco a poco, sin apartar su mirada de ese hombre, dormido era tranquilo como un pequeño bebé, sonrió al pensarlo. Marcus Ford era un hombre muy guapo, debía tener algunos treinta y cinco años, era codiciado por muchas mujeres, sin embargo, nadie pudo atraparlo. «¿Solo yo? ¡No! Solo es un vil trato, pronto acabará, volverá a ser libre, ojalá encuentre una buena mujer, que lo ame con locura, él lo merece», pensó. Marcus despertó unos minutos después, enderezándose con duda, sin saber donde estaba, bostezó y su nombre vino a su mente. —¡Evana! Ella asomó su cabeza en el cuarto de baño, deteniendo el ruido de su secador de pelo. —Ya casi estoy lista