Capítulo 37. Amar es desear el bien
Lila había encontrado el vestido perfecto. Estaba tan contenta. Al fin seria la esposa de Tareq. La maquillista llegó e hizo un trabajo impecable. Realmente Lila era una mujer muy hermosa; de piel canela, contextura fina, estatura media, cabello rizado y sus ojos eran color café claro. Ciertamente su belleza se ocultaba por su personalidad débil y malintencionada.
—¡Ponte estas pulseras de oro! Son más bonitas —Su madre le ayuda a prepararse. Tareq había dicho que partirían a la mezquita a las 5 p.m. y ya sólo faltaba una hora. Deben irse de inmediato.
—¡Ya mamá! ¡Por Alá! Tengo demasiadas. —Espeta, molesta.
—Nunca es demasiado. —Dice la señora Fátima mirándola de pies a cabeza. —¡Estas hermosa! —Lila se mira al espejo sonriente.
—¡Vamos! Es hora de irnos. —Dijo, apresurada. Las tres salen de la recámara rumbo a la mezquita.
Nailea no entendía por qué debía estar tan elegante. Su esposo no dijo mucho. Solamente le indicó que irían a la mezquita y luego habría una cena familiar.
—