¡Ella lo ha perdido todo! Su familia fue arrancada de su lado cuando las amenazas de sus enemigos se consumaron sin un mínimo de compasión. Emily Reyes ahora deberá levantarse de sus cenizas para recuperar lo que perdió. Ahora deberá romper los límites que le impusieron quienes quieren verla aplastada; Deberá levantar su voz para hacerse notar. Ahora es el momento de su venganza; la segunda oportunidad para su amor, la segunda oportunidad para poder estar por fin al lado de su señor Cavill. Su vida se verá transformada y ahora al fin podrá ser la mujer quien es en verdad. Los miedos y los temores ya no tendrán poder sobre ella: Ya no será por error, ya no más por obligación; ahora ella lo hará todo por el placer de ser la mujer que ponga sus mundos de cabeza.
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Como la primera vez
Yo suspiraba mientras esperaba que las horas de aquel reloj avanzaran. No había podido llegar a tiempo, por lo que estaba en una situación verdaderamente complicada. Ahora solo podía esperar y confiar que la suerte estuviese de mi lado, de lo contrario la situación bien que se podía complicar para mí.
Estaba de pie con aquella falda que hacía lucir mi cuerpo esbelto. Mi cabello iba recogido en esa cola de caballo que tanto me gustaba y llevaba unos anteojos que solo servían de protección para mi vista. Nada me hacía sentir que resaltaba en aquel lugar, sin embargo, sus ojos se vinieron sobre mí, apenas me vio en aquel lugar.
A mi lado estaba aquella rubia melindrosa que se había regodeado en sus placeres, sin medir en lo absoluto la soberbia de sus palabras. Ahora estaba sucumbiendo de manera humillante ante la que era una derrota en todo el sentido de la expresión. El sujeto poderoso e imponente caminó hacia donde yo me encontraba y sin mirar nada más, me dirigió la palabra; una sola frase que fue suficiente para que mi mundo quedase rendido a sus pies. Una sola frase fue dicha y aun así la rubia no se contuvo a pesar de que todo quedó en claro con aquella petición.
―Sé mía ―me dijo aquel sujeto que me desmoronaba con el simple hecho de existir. Mis seguridades quedaron a su merced cuando sus labios sedosos pronunciaron aquello con un dejo de provocación. En esa simple frase se encerraba un mundo repleto de deseo y pasión, un mundo ante el que resultaba imposible contenerme sin ceder con locura. Yo era una simple chica que no podía hacer nada ante los embates de seducción de un hombre como ese; sin embargo, la rubia aún tenía mucho que decir antes de que mi idilio pudiese ser consumado.
― ¡Cristian, tu esposa soy yo! ―le gritó Rebeca sin medir el tono de su voz. La locura de esa mujer no conocía de límites, ya ante la indiferencia de su marido, ella solo encontró motivos para desbocarse en improperios en mi contra, a pesar de que yo ni siquiera le prestaba un mínimo de atención a sus reproches―… esta infeliz solo es una intrusa… mírame a mí ¡Mírame a mí!
Los gritos de Rebeca hacían que la estancia en aquel lugar resultase insoportable. Yo estuve a punto de darme la vuelta para salir de ahí, pero fue el mismo Cristian quien tomó cartas en el asunto y no permitió que aquello se saliese de control.
Con un movimiento raudo, logró colocar su mano por detrás de mí, afirmándola justo sobre mi espalda baja para así atraerme hacia él. El gesto fue rápido y elocuente, al punto que ni yo ni Rebeca logramos reaccionar de forma alguna. Todo fue silencio en ese instante en el cual el hombre de mis sueños por fin lograba acercarme a su pecho para así posar sus labios sobre los míos.
El beso fue espontáneo y libre. Dos almas que se fundían en ese momento de intensidad inusitada; dos corazones que lograban al fin reaccionar de su tortura para resurgir como el ave fénix que se levanta de sus cenizas.
No había nada en el mundo que estuviese por sobre lo que yo podía sentir en ese momento. No había ningún otro lugar en el que pudiese sentirme más segura que ahí estando en sus brazos.
Sus labios acariciaron a los míos con esa dulzura regia que solo él podía derrochar. Su pericia en cuanto a mis gustos era inaudita, pues se atrevió incluso a morder mi labio inferior, como él sabía bien lo mucho que eso me encantaba. Suspiré un poco al entreabrir la boca para dejar que su lengua continuase en su excursión y así encontrarnos a medio comino en ese intento de consumirnos de pasión y deseo.
Yo sabía que estábamos en un sitio público ante la mirada atónita de todos los presentes, pero El señor Cavill parecía no prestar atención a nada de esto. Para él parecía solo existir lo que estaba ocurriendo entre los dos, como si antes de eso no hubiese existido nada y como si después de eso la incertidumbre del futuro no le atemorizara en demasía. Él solo quería amarme en ese momento y sentir que yo también le amaba. Yo por mi parte ahora no quería limitarme, no quería pensar en nada más, ni siquiera en el pudor ni en el miedo, yo solo quería disfrutar ese momento como si fuese lo único que tenía valor en mi vida, como si no existiese nada más de valor para tener en consideración.
En mi pecho sentía el latido de su pecho y el calor de su alma encendida de pasión, no había forma de contenerme si lo tenía a él a mi lado para enfrentarnos juntos a los que fuese que quisiera hacernos frente y eso me quedó en evidencia a continuación: Rebeca no se contuvo más en su afán por separarnos, por lo que se atrevió a colocarme sus manos encima para halarme con tal fuerzas que ni los poderosos brazos del señor Cavill lograron sostenerme.
Caí con tal fuerzas que el suelo debajo de mí parecía estar hecho de mil brasas que me quemaban con intensidad. En ese instante pude darme cuenta de cuan hermoso e imponente se veía el señor Cavill delante de mí: desde el suelo podía verlo más grande, más altivo e imponente, con ese traje negro y su mirada determinada que hacía relucir el color de cielo de esos ojos de pasión que se encendieron de furia al darse cuenta de lo que acaba de ocurrir. Lo mismo me pasó con Rebeca, ahora que la veía desde esa posición; antes de eso podía verla como una mujer frívola y grosera, pero no me había atrevido a verla como ese ser lleno de maldad que en realidad era. A pesar de haber hecho aquello, en su mirada no se adivinaba ni un mínimo de remordimiento.
Yo quería romper a llorar, pero me sentí animada cuando vi al señor Cavill interponiéndose entre la Rubia y yo, dejando en claro que era a mí a quien él quería.
Por la vidaLos cuerpos de aquellos desgraciados ardieron en su propio infierno en el último de sus días. No tenía intenciones de guardarle ningún tipo de rencor a nadie, pero aquel final para la maldad de quienes no quisieron la redención no podía no dejarme satisfecha.Los otros chicos de las máscaras lograron salvarse cuando David les habló de la vida que allá afuera podían tener si dejaban de creer en las mentiras del infeliz de Owen. Mientras que yo y Cristian padecíamos aquel infierno en aquel inmenso salón, David, Ethan y Ana se encontraban en otra sala donde los esbirros tenían la orden de asesinarlos a todos, por suerte la duda interrumpió la mano homicida y le dio oportunidad a la policía de llegar a ese lugar antes de que ocurriese una catástrofe.Cristian por su parte fue atendido con premura por los paramédicos y de inmediato fue trasladado al hospital donde tuvo que ser operado de emergencia, pero por suerte la bala no había herido más que un par de órganos secundarios
Caos y colapso― ¡No! ―Gritó Owen fuera de sí al darse cuenta de que el disparo del arma de Martins había impactado en el pecho de Cristian, pero no tuvo tiempo de decir nada más; El cañón de la pistola de este se había dirigido a su pecho con intenciones de darle la estocada final por lo cual el jefe del internado tuvo que moverse con agilidad al tiempo que disparaba de su propia arma impactando un proyectil en el abdomen del abogado. En cuestión de un par de segundos en lugar se encontró envuelto en llamas y en un reguero de sangre. Martins tambaleó sin dejarse caer mientras se llevaba la mano al agujero que ahora se encontraba en su barriga y del cual brotaba profusamente la sangre con una velocidad abismal. Se notaba que la herida era bastante grave, pero no tanta como la del chico de la máscara, quien había recibido el disparo justo en el rostro. Su máscara voló por el aire y dejó ver que este no era otro más que uno de los chicos del internado que servían a las órdenes de Owe
Por la razón de un loco― ¡Infeliz! Por tu culpa todo se jodió ―le reclamó Martins enfurecido y sin dejar de apuntarme con la pistola. Mi herida había comenzado a sangrar con bastante profusión a pesar de que no había sido dañado ninguna arteria principal. La razón estaba sobre todo en la agitación que le hacía a mi corazón bombear la sangre de una manera alterada.Owen parecía no entender la complicada situación en la que se encontraba metido, pues él solo parecía disfrutar cada vez más sin importar lo complicado que se le veía el panorama.―Nada se jodió, todo va según el plan.― ¡¿Según el plan?! ¡¿Me estás diciendo que tú planeabas traer a la policía hasta tu guarida?!―Ese siempre fue el plan ―admitió Owen sin recelo.―Eres un maldito loco ―le insultó Martins con intenciones de desdeñar con esas palabras, a lo que Owen parecía no reaccionar, por lo que simplemente le sonrió cuando le dijo:―Todos estamos locos de alguna manera mi querido socio… tú te enloqueciste por la ambición
Mi demonio personalEl jefe estaba ahí. Owen, el maldito que me había hecho la juventud imposible plagando mis pesadillas con su mirada lasciva, ahora avanzaba hacia mí con un fuego extraño en sus ojos. Por instinto volteé a mirar a Ana, pero los sujetos enmascarados ya se la habían llevado desapareciéndola en aquella oscuridad. El espacio parecía estar construido de sombras, por lo que sus dimensiones escapaban completamente de la imaginación. Solamente se iluminaba por un haz de luz solar que se colaba desde una pequeña claraboya del techo, por lo que el rostro deformado de ese malnacido se me presentaba mucho más espeluznante de lo que ya de por sí era. Por instinto intenté incorporarme para hacerle frente, pero por más que me esforcé, mis piernas no respondieron como se los pedí. Todos los esfuerzos de aquella terapia parecían haber quedado en la basura. Owen llegó y se detuvo justo frente a mí. Irguiéndose de una manera insolente desde esa altura. Me miraba con desprecio e in
Un cambio de planesLa voz me ordenó estrellar mi teléfono contra la pared de manera que las evidencias quedasen claras frente a la cámara, entonces nos dio indicaciones precisas de hacia dónde debíamos dirigirnos sin interrumpir la comunicación en ningún momento.―Si llegan a cortar la llamada dispararé al azar a uno de ellos dos ―nos amenazó la voz―, si llegan a avisar a alguien, entonces el azar se elimina y ambos morirán por igual… Obedezcan lo que les pido y nadie saldrá herido.Nos había indicado aquel misterioso interlocutor que se comunicaba sin dar la cara y hablando en todo momento por medio de esa voz robotizada que hacía que la comunicación fuese tan espeluznante. Recibimos la dirección a donde nos estaban obligando a dirigirnos a solas y sin tener la oportunidad de notificar a nadie. Ana sostenía el teléfono delante de ambas por orden del sujeto, haciendo que fuese imposible hacer algún tipo de jugada. Aquella cámara nos amenazaba y si por algún movimiento fortuito la c
Un contratiempoLa planificación de la boda estaba basada en una ceremonia sencilla y bastante privada, donde solo estaba pautada la asistencia de las personas más allegadas a nosotros y donde solo estábamos planificando algo más simbólico que cualquier otra cosa, por lo cual no había sido algo del otro mundo organizar todos los detalles que se encontrarían en conjunción en esa tarde en la que yo era el centro de atención. Ana se destacó, como siempre, con su impulsividad crónica y su esquizofrénica manera de llevar a cabo las cosas. Ella estaba mentalizada en hacer de aquella boda una especie de ceremonia que celebrase la felicidad plena a la que todos aspirábamos de manera indistinta. Sin importar que costo tuviese que pagar para hacerlo realidad, Ana se había dedicado a pleno sin ningún tipo de freno. Ella fue dedicada a cada detalle que entre Cristian y Yo comenzamos a imaginar, visualizando lo que era una boda de ensueños a la orilla del lago. Aquella realidad que existía en m
Último capítulo