Comprensión y complicidad
Ante él giró desenfadado que Ana le había dado a nuestra conversación, no pude hacer otra cosa más que sonreír de manera distendida. Ella procuraba mantener en alto el nivel de su idoneidad respecto a la temática de sus consejos y reproches, pero no pudo contenerse a la hora de dejar fluir lo que eran sus deseos más profundos, pues recién acababa de conocer la desnudez de su novio y por la forma en que le brillaban los ojos quedaba en claro que lo que había visto le había dejado bastante animada y con mucha motivación, solo era cuestión de superar un par de barreras mentales y emocionales y ella estaría lista para entregarse en brazos de aquel que era para ella la materialización de un verdadero príncipe azul, uno dispuesto a esperarla por más de veinte minutos, abandonado y solitario en una habitación con una erección incontrolable que yo misma había podido contemplar durante la fatídica interrupción.
―Créeme que duele como el infierno… pero soportar ese do