De todas las internas, sin duda su favorita era Sara, siempre en silencio, tan vulnerable, tan fácil de manejar..., la única a la que no tenía que drogar para poder disfrutar de su cuerpo.
Con el resto de las pacientes era más complicado, tenía que aumentarles la dosis y entrar cuando estaban prácticamente inconscientes.
Pero Sara era especial, se dejaba querer y a Roberto le encantaba la sensación de participación.
En algunas ocasiones se había intentado defender, pero bastaba con una bofetada y se mantenía quieta, dócil y servicial.
Una auténtica trastornada, sin duda, esas eran las que más les gustaban.
A sus favoritas o a las que sin querer despertaba en el momento de pasión e intentaban defenderse o contarlo a los familiares, las encerraba en el pabellón de arriba, el de alta seguridad. Así jamás nadie podría creerlas.
Casi estuvo a punto una noche de encerrar a Carmen en el pabellón de alta seguridad.
Entró a su habitac