Después de pasar toda la tarde juntas dando paseos con el coche, Carmen recogió a Elo de inglés y se marcharon a casa.
Allí la esperaba Narciso en el sofá.
—Elo, ve a tu cuarto y cuando acabes los deberes podrás jugar y ver los dibujos. —Narciso indicó a la pequeña que fuera a su habitación.
—Narciso, yo…
—No digas nada, Carmen, soy yo el que tiene que dar explicaciones y comportarme como tu futuro marido y como el hombre del que te enamoraste. No puedo creer que haya sido tan egoísta e inmaduro. El problema lo he tenido siempre en mis narices, no he hecho caso a tus llamadas de atención, a tus llantos, a tus inseguridades, a tus cambios de humor y formas de actuar. Siempre pensando en mí primero, intentando competir contigo a ver cuál de los dos es el mejor. Cuando lo que tenía que haber hecho es escucharte y apoyarte, eres la mujer de mi vida, la madre de mi hija, mi compañera, nos conocemos desde hace veinte años y no he sabido esta