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¿Alana en Italo?

Buenos deseos para West y callarme yo.

El torbellino de culpas se apodera de mí otra vez cuando caigo en la cama.

Suspiro con pesadez, aunque por lo bajo, pues la inocente japonesa duerme y la buena de West no ha llegado. Por supuesto la mala soy yo. La que está despierta a causa de mis pésimas elecciones; esas que se amontonan como vidrios rotos sobre mi almohada. Cierro mis ojos, los vuelvo a abrir para llorar, a ver si algo sale de ahí que me pueda liberar. No lo consigo y me digo que esperaré a West para contarle la verdad.

Quizá la pierda como amiga pero mi conciencia estará limpia.

De modo que veo al techo por horas en que la teñida no se aparece y no lo hace jamás. En consecuencia, me voy al baño para estar sola. Ocupo asiento sobre la t

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